CAPITULO V

EL ACUERDO”

Por  todos  los  dioses,  que  me  pisen  cien  búfalos  si esos no son…

– Lo son, -dijo Hello-, cortando la común sorpresa, también expresada por Oso.

Efectivamente, pronto fueron arrojados, inconscientes, en la fría nieve: Sordo, Cerdo y Ocín. Life y Selol, maltrechos y con amplias señales de lucha en sus cuerpos, permanecían en pie, inmóviles junto a sus compinches.

Pasada la primera sorpresa, pude observar que no había sido fácil cogerlos. Algunos indios venían colgados de sus caballos y otros muchos, traían bien visibles en sus cuerpos las señas de la fuerte lucha que  debía de haberse desarrollado.

Poco tiempo habrían durado tendidos en el suelo pues el forzudo Olaf y su inseparable Nottob,  se  disponían  a  coleccionar  sus cabelleras sin ninguna contemplacion. Una intraducible arenga les contuvo. El gran Safaf hizo un gesto, que no fue muy bien acogido por los improvisados “barberos”, pero el respeto al Jefe era grande y maldiciendo como, como en ellos era costumbre, abandonaron el lugar.

  • Vaya, ahora que empezaban a resultarme simpáticos, estos hijos de loba hambrienta … -dijo Oso-.
  • ¿Porqué les habrá perdonado la vida? -me preguntó Zoom-, el cual casi me asusta con su inesperado “discurso”. Me disponía a responder encogiéndome de hombros, cuando una voz sonó a nuestra espalda.
  • ¡Ellos también carrera en lago, después si vosotros perder, todos morir …! Aquellas entrecortadas pero claras palabras nos sorprendieron a todos, haciéndonos girar en redondo, buscando a nuestro voluntario informador.
  • ¡Pero si sabe hablar esta pequeña salvaje …! -Un fuerte puntapié en la espinilla de Oso, demostró que no sólo hablaba, si no que también entendía-.
  • Por mil rayos de mil tormentas de invierno, vas a saber quién es Oso, ¡fierecilla salvaje!
  • Basta Oso el comportamiento de ella no es peor que el tuyo, -dijo Príncipe-, a lo que Zoom que sin duda estaba hablador aquella noche, no pudo por menos que confirmarlo con una sonora carcajada.
  • ¿Puedes entenderme?, dijo Príncipe. No temas, ¿conoces nuestro idioma? La bella muchacha, que le miraba con sus negros ojos y su rostro serio, pero bellamente iluminado por la luna, permaneció impasible.
  • Disculpa a Oso, no dice las cosas de corazón,
  • le dije-. Y Zoom, como queriendo asegurar mis palabras, miró al bueno de Oso de tal forma que no se atrevió a replicarme; lo que sin duda habría echado todo a perder.
  • No solo “Flor de Hielo”, hija del gran Jefe Safaf – vista clara- comprender …, también muchas hermanas mías comprender.
  • Pero,  no  saliendo  de  mi  asombro,  pregunté: ¿cómo habéis aprendido nuestra lengua?
  • El hermano blanco del cabello de oro, nos la enseñó. Nuestra sorpresa no dejaba de ir en aumento.
  • ¿Quieres decir que hay un blanco viviendo entre vosotros?, -pregunté-.
  • Eso es lo que ha dicho, ¿no?, respondió una voz burlona.
  • ¡“Feni”!, -¡exclamó! Flor de Hielo- corriendo a cogerse de su brazo, en busca de la confianza que sin duda no le inspirábamos nosotros.
  • Comprendo vuestra curiosidad, y si tenéis la bondad de acompañarme a mi tipi procuraré responder a todas vuestras preguntas. Y diciendo estas palabras dio media vuelta y en compañía de Flor de  Hielo,  se dirigió  a  su  tienda; con  la  plena seguridad de que no tardaríamos en seguirle. Efectivamente, ¡hasta le hubiésemos adelantado, saber cuál era su tipi!
  • Mientras caminábamos pensé en los motivos que podía tener un hombre blanco culto y educado, como se desprendía de su forma de expresarse, para convivir con unos indios, semi salvajes, y lejos  de todo contacto con el mundo exterior, de dónde sin duda procedía.
  • Cuando llegamos a su tienda, “Feni”, como le había llamado la joven Ruaoicor, estaba sentado a la manera india, con las piernas cruzadas y fumando una larga y llamativa pipa. Flor de Hielo, terminaba de avivar las ascuas y al punto de nuestra entrada, se sentó junto a Feni, aunque un poco más apartada, dejando a éste en un primer plano; demostrando la seguridad y el respeto que Feni la inspiraba.
  • Siéntense, siéntense, dijo. La tienda estaba completamente tapizada por pieles de oso y bisonte. La pequeña hoguera preparada por Flor de Hielo, iluminaba tenuemente el interior, dejando ver pinturas de animales y escenas de caza. Justo a espaldas de de Feni, aparecía un extraño dibujo algo que hubiera jurado, parecía un mapa.
  • Antes de nada me presentaré: mi nombre es “Leugim”, soy del norte de Canadá. He sido marinero, cazador, buscador de oro y un sinfín de cosas más. Leo y escribo perfectamente cuatro lenguas, sin contar con la ruaoicor, , de la que pienso, soy el único hombre blanco que la domina a la perfección.
  • Mientras hablaba -, Flor de Hielo no dejaba de contemplarle, con indudable admiración. Hablaba tranquilamente, con una voz musitada, que no se correspondía con el cuerpo esbelto y fuerte que la albergaba.
  • Completamente vestido a la manera de los Ruaoicor; no era de extrañar, que hubiera pasado inadvertido para todos. Unicamente su pálida piel, comparada con la de los indios, le hubiera descubierto, pero los intensos fríos y el sol de fuego de las montañas, se habían encargado de darle un tono rojizo que podía confundir a cualquiera. Sólo había algo en su aspecto físico que le diferenciaba, ¡el pelo!, un pelo rubio como el sol. Pelo que como luego nos contaría, le salvó la vida ante los que ahora llamaba sus hermanos.
  • Flor de Hielo, le había llamado cabello de oro, aspecto que el desconocido color de su pelo, representaba para los Ruaoicor; su pelo estaba cortado al rape, dejando una estela en el centro de su cabeza, como si de un rayo de sol se tratara. Ese color había sido motivo para bautizarle como “Feni”, que quiere decir oro. Feni continuó con su charla. Después de su presentación, no pude aguantarme y le pregunté precipitadamente: ¿Cómo ha podido llegar hasta aquí solo?
  • No vine solo y no solo llegué hasta aquí, si no que fui mucho más lejos. Se trata de una larga historia. Antes de comenzar su relato, inhaló una gran cantidad de humo de su pipa y luego, se la pasó a Príncipe. No hace falta decir que Príncipe no tardó mucho en cogerla y con gran satisfacción se trago todo el humo del que fue capaz. Mientras la pipa empezaba a pasar por todos nosotros, Feni continuó diciendo:
  • Mi vida siempre ha sido aventurera. Soy un viajero n a t o , e s t o m e h a p r o p o r c i o n a d o g r a n d e s conocimientos y magníficas experiencias, Hace quince años emprendía mi último viaje. Un grupo de viente hombres sedientos por la fiebre del oro y dispuestos a todo, fueron  reclutados  para  una ex p e d i c i ó n  q u e  h a b r í a  d e  vo l ve r  a  t o d o s i n m e n s a m e n te r i c o s . C a p i t a n e ad o s p o r u n caprichoso pero rico señor, emprendimos la marcha. Sufrimos muchas perdidas peo al final encontramos nuestro objetivo, llegamos al valle del “Atnas Aniram”. Al oir este nombre y con la sorpresa dibujada en nuestro rostro nos miramos, ansiosos de saber en qué iba a terminar, el relato de Feni.
  • Por lo que veo , les resulta familiar el nombre dijo Feni advertido de nuestra sorpresa. Esto simplifica las cosas, ya que imagino conocerán la leyenda del valle.
  • A sí es, -contestó Hello-, y el que ahora estemos aquí no se debe a otra cosa que a la búsqueda de ese mismo valle.
  • Pero continu ad vuestro relato que lue go contaremos el nuestro -interrumpió, Príncipe- ansioso de saber en qué acababa todo esto. ¿Decís que llegasteis al valle?, -preguntó Príncipe-,
  • En efecto, y puedo asegurar que todas las riquezas que del lugar cuentan, se quedan cortas ante la inmensidad de tesoros que existen. Cuando descubrimos el valle, la expedición se había reducido a sus tres cuartas partes y el capitán compredió que deberíamos volver mas preparados, para poder llevarnos la fortuna, que irónicamente se nos mostraba. Solo seis supervivientes volvimos, cargados con todo lo que era humanamente posible transportar. De ellos uno pereció de frio y tuvimos que abandonarle en la nieve repleto de oro.
  • Cuando alcanzamos estos alrededores llegué a pensar que conseguiríamos regresar; pero entonces aparecieron los Ruaoicor, cuyo gran jefe, que era el padre de su actual jefe Safaf, terminó con toda esperanza. Cayeron sobre nosotros y debilitados por el viaje, poca resistencia pudimos ofrecer. Cortaron la cabellera a todos mis compañeros y a mí me hubiera pasado lo mismo de no ser por mis largas barbas rubias que sin duda impresionaron al Jefe llevándome a su campamento, como hicieron con ustedes. De igual forma fue la suerte de coincidir en estas fechas, en las que los Ruaoicor celebran sus cacerías, con la carrera que ofrecen a sus “Dioses de Noche y el Día”.
  • Noche y día que se funden en uno, dentro de seis lunas, cuando se produce invariablemente, año tras año, un eclipse de sol. Al igual que les pasará, yo participé en la carrera logrando ganarla, lo que me valió el derecho a la vida. Puedo asegurarles que no es una empresa fácil. En mis quince años de convivencia con los Ruaoicor nadie que no fuera indico ha logrado ganarla. Más de algún desafortunado cazador ha caído en su manos pero ninguno ha conseguido otra cosa que no fuera hacer rodar su cabeza por la nieve.
  • Después de mi victoria, mi primer pensamiento fue marcharme. Reunir un grupo volver por el oro y dedicarme a ser un señor el resto de mi vida … Diciendo esto se quedó callado. Una larga pausa en la que parecía estar meditando sus propias palabras, nos mantuvo en vilo. Respetamos su silencio hasta que continuó.

No sé si fue la casualidad o el destino peo la verdad es que cuando me disponía a partir, el tiempo cambió, grandes nevadas e increíbles feos cayeron sobre estas montañas. El intentar abandonar el refugio de los Ruaoicor era una temeridad. La tormenta duro meses y en ellos cambiamos de campamento  buscando lugares más seguros Durante ese tiempo  aprendí mucho de los indios, su fortaleza, su resistencia ante las más duras adversidades. Fue algo que admiré y sigo admirando.

En un día de fuerte tormenta salvé de una suerte cierta a una joven india, -la mirada de Feni que dirigió a Flor de Hielo, nos hizo comprender que era ella la india salvada-. Aquel acto me valió el agradecimiento de los Ruaoicor y no tardé mucho en convertirme en su hermano de sangre.

Todas estas cosas me fueron atrapando día a día. Aprendí sus costumbres: cacé con ellos participé en sus fiestas, así como en sus escaramuzas. Ellos me enseñaron su lengua y yo hice lo propio con la mía. Y les diré que no me arrepiento de haberme quedado. No señor; tendríamos mucho que aprender de estos indios a los que la “civilización”, a la cual pertenecí, califica de salvajes. Inhalando fuertemente su pipa y esperando a que se disipara el humo continuó: pues bien, esta es la historia de un cazador y aventurero que ha encontrado su familia entre un puñado de indios salvajes.

Por nuestra parte -Hello- , no tardó en contarle el motivo de nuestra expedición. -Feni escuchaba con gran atención-. En más de una ocasión creía que iba a interrumpir a Hello, con alguna pregunta, sobre todo cuánto éste le contó, la historia de Cerdo y sus compinches. No obstante, se mantuvo en silencio, esperando a que Hello, terminara y a juzgar por su aspecto, pareció quedar satisfecho. Cuando Hello hubo puesto al corriente a Feni, éste se dio por enterado y a durando las últimas chupadas a su vistosa pipa, que empezaban a coincidir con los broncos ronquidos de Zoom, se dio por terminada la reunión, quedando emplazados para reunirnos a la tarde del día siguiente.

Al salir del tipi pude ver cómo el día empezaba a robar la oscuridad de la noche La charla con Feni había sido tan interesante que ninguno de nosotros, – con las excepción de Zoom-, se había percatado de lo avanzado de la hora. Aquella noche, a pesar de que las muchas emociones del día se agolpaban en mi cabeza no tardé en caer dormido como un tronco. Cuando desperté, Príncipe estaba a punto de salir de la tienda…

-Buenos días Príncipe …

-Hola Raquet, me disponía a visitar a nuestros viejos amigos creo que no esta de más que nos informémos de sus planes.

-Te acompaño al momento, -le contesté-.

-No tardamos en atravesar el poblado; la actividad empezaba a ser notoria. Pronto dimos con la tienda donde estaban: “Cerdo” y los suyos, custodiados por dos fornidos guerreros que si bien hicieron ademán de cortarnos el paso, a una indicación de mi benefactor Ocap, -que también allí se encontraba-, nos dejaron pasar.

-Buenos días señores, dijo Príncipe. La sorpresa, pintada en el rostro de todos ellos era evidente. Selol, fue el primero en reaccionar.

-!Qué  sorpresa!,  ¡Príncipe  y  Raquet!  en  persona,

¿cómo demonios habéis venido a parar aquí?.

-¡Vamos …!, corté de raíz tanto cinismo.

-Sabéis de sobra porqué estamos aquí. El motivo es el mismo que el vuestro, pero el fin es bien distinto. En pocas palabras les conté la suerte que nos esperaba y la necesidad de una tregua momentánea, pues solamente unidos tendríamos la ocasión de salir con bien del poblado. Así que lo que propongo, -les dije c o n t e n i e n d o m i i n d i g n a c i ó n – , e s u n p a c t o momentáneo. Una vez fuera ya habrá tiempo de solucionar nuestras rencillas.

  • Por supuesto Raquet, siempre supe que eras una persona razonable, dijo Cerdo extendiéndome amistosamente su mano; en balde.
  • Bien pues en eso quedamos. No hagáis ahora ninguna tontería y esperad nuestras órdenes. Dentro de cinco lunas es la carrera. Hasta entonces procurar pasar desapercibidos.
  • Hasta pronto pues, -respondió Cerdo-. Cuando volvíamos a reunirnos con el resto del grupo, comenté con Príncipe sí era conveniente el comunicar a nuestros amigos el acuerdo que acabábamos de tomar. En principio no me pareció oportuno, sospechando alguna reacción contraria, – especialmente por parte de Oso y Zoom-, pero teniendo en cuenta la proximidad de la carrera, decidimos informarles de las cartas que íbamos a jugar.

Príncipe fue quien, con una diplomacia digna de encomio, puso al corriente al resto del grupo.  Como sospeché, a Oso sólo le faltó explotar de indignación. Zoom, tampoco fue partidario, pero Hello que escuchó,   atentamente, acabó por estar de acuerdo.

  • Comprendo vuestra indignación, -dijo-, pero el plan no es  malo y  no podemos  dejar escapar  esta oportunidad. Recriminándonos, justamente, el haber tomado esta decisión sin haber contado con el consentimiento del grupo decidimos bajar a entrenar al lago. Vimos con alegría que Feni, Ocap y la bella Flor de Hielo, formaban parte del grupo que se encontraba observando las evoluciones de varios Ruaoicor, y apostaría que también ellos se alegraron al vernos. Mientras Fox animaba ruidosamente con sus ladridos nuestra llegada fuimos preparando los dos patines que íbamos a utilizar. Esta vez no cabria manipulaciones de ninguna clase.
  • Debo reseñar aquí y aquí lo hago, por que hasta este preciso momento no tuvimos conocimiento de la existencia de otro curioso Ruaoicor, que merece la pena describir.
  • Mientras revisábamos el trineo, caímos en la cuenta de que éramos estrechamente observados por un indio, que a juzgar por su indescriptible atuendo, no debía de pertenecer a la tribu. Es más dudo que exista no ya una tribu, si no tan siquiera un indio capaz de llevar semejante ropaje, como el que nuestro curioso observador llevaba. Lo cierto es que también chapurreaba el idioma y no dando importancia a los extraños ojos con que, tanto Príncipe como yo le mirábamos-, y no digamos Oso, que en ese momento se acercaba al grupo, aquel extraño ser, empezó a darnos ciertas indicaciones para mejorar el trineo ganando velocidad, que falta nos iba a hacer.
  • Más tarde, no pudiendo resistir la curiosidad, Feni nos contó que aquel indio se llamaba: “Iref ” -que literalmente no tiene traducción a nuestro idioma, pero que viene a significar algo así como: “ropa enferma”. Fuera como fuera, lo cierto es que su manera de vestir tampoco era muy apreciada por los Ruaoicor y aquello le provocaba cierto resentimiento, y como por otra parte, su desacierto vistiendo no estaba reñido con sus conocimientos en lo que a preparar trineos se refiéreme sus consejos fueron seguidos al pié de la letra. Por lo visto y -según Feni nos informó-, siempre que algún extranjero tenía que participar en la carrera, Iref le echaba una mano a la hora de preparar el trineo, -de hecho el propio Feni debía su victoria a una de esas ayudas-. Más tarde, nos confesaría Feni, que la mayor parte de las preparaciones de Iref, acababan en desgracias pero a decir de éste, siempre eran debidas al mal uso del trineo es decir: a fallos humanos, que no de preparación. Como nosotros lo que necesitábamos era la máxima velocidad y teniendo el ejemplo de que se podía controlar -Feni lo había hecho-, aceptamos gustosamente todas sus indicaciones, siempre que no tratara de decirnos, como debíamos de vestirnos y se dedicara por entero al trineo.
  • Pronto comenzamos a deslizarnos con suavidad. El primer patín lo ocupaban Hello y Oso, Zoom y yo íbamos en el segundo. Rápidamente cobramos velocidad y fuimos dejando detrás la orilla del lago. El día era estupendo y aquel curioso paseo por la superficie helada, era más de lo que se podía pedir. Ensayamos varias viradas y ceñidas y cuando dedicamos volver, encontramos un curioso grupo en el que Príncipe en improvisado instructor, trataba de explicar el manejo del patín a vela a Cerdo y sus amigos mientras que Fox con amenazadores gruñidos se mantenía a prudente distancia. el espectáculo era digno de verse. Selol y Cerdo manejaban uno de sus patines. Su salida fue  en principio buenas pero apenas se habían deslizado unos metros cuando se les vino todo el trapo encima siendo arrastrados unos cien metros, hechos una bola y dado peligrosamente con las cabezas en el hielo, entre el regocijo de los Ruaoicor y las maldiciones de Cerdo. Laif y Ocín formaron otra pareja, y tengo que decir que no lo hicieron mal del todo, para ser su primera intento. Sordo trataba inútilmente de comprender las explicaciones de Príncipe que estaba al borde de la afonía total.
  • Allí continuamos toda la mañana enseñando el manejo de los trineos y ensayando al mismo tiempo. A última hora y antes de de dejar el entrenamiento, nos reunimos todos. Era la  primera vez que esto sucedía y sin el regocijo que anteriormente supusieron las caídas y las maldiciones, la situación puso tensa, haciéndose un gran silencio; cruzado por fuertes miradas que tanteaban las fuerzas del contrario. Cualquier diría que iba a empezar una pelea, en lugar de un acuerdo.
  • Bien -dijo Hello-, acabando con la amenazadora tensión que iba en aumento. Como he podido observar no estáis en condiciones de terminar la carrera y mucho menos de ganarla. Estas palabras que fueron recibidas con murmullos indescifrables, tuvieron que ser reconocidas por los accidentales compañeros de equipo a la vista de su primer entrenamiento. Sin embargo, podéis aportar una valiosa ayuda para que sea alguno de nuestros dos trineos el que logre triunfar.
  • ¿Cual es esa ayuda?, -preguntó Selol_.
  • ¡La salida!, -dijo Hello-. Crear un caos, retrasando o impidiendo tomar la salida al mayor número de trineos Ruaoicor posibles.
  • Eso va a ser divertido, -Comentó Cerdo- ¿verdad muchachos? ¡Verdad!, respondieron como un solo hombre el resto.
  • Pues bien,  -continuó Hello-, cuando  dentro de cuatro días, llegue la hora de tomar la salida, dejadnos pasar a nosotros y obstaculizar, como podáis, el paso de los demás. Recordad una cosa: este común acuerdo nos obliga a comportarnos, accidentalmente, como un equipo, pero si salimos con bien de esta, en misa compañeros y en mí, encontraréis los más feroces adversarios.
  • Sea, dijo Cerdo extendiendo su gran mano a Hello, quien la rechazó tan de plano como lo había hecho yo mismo hacía pocas horas, y sin mediar más palabras, recogimos los trineos y nos dirigimos a la tienda par satisfacer el ruido de nuestros estómagos, que empezaban a ser comparables a los aullidos del viejo Fox.

Hello world!

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