C A P I T U L O VI

“LA CARRERA”

El estofado de carne no pudo resultar mejor. Incluso Oso,   felicitó   a   Zoom,   por   la   deliciosa   comida preparada y si no fuera por los colorados, -que el aire de las montañas   había   puesto   en   nuestros   rostros-,   hubiese jurado que ante tanto elogio el buen Zoom, no pudo por menos que sonrojarse. Una vez satisfecho el apetito de los comensales y mientras Fox apurando sus últimos huesos de venado se quedaba de guardia; para evitar sorpresas en los trineos el día de la carrera, decidimos dirigirnos a la tienda de Feni.

  • ¡Acomódense caballeros, acomódense! Con la misma educación, -que si estuviésemos en la corte-, fuimos recibidos por Feni, que debo confesar cada vez me caía más simpático. Nos sentamos de igual forma que lo habíamos hecho la noche anterior, y mientras la eficiente Flor de Hielo, servía en unos cuencos, algo parecido al té, con un fuerte sabor aromático, me fui dando cuenta de la enorme dimensión de la tienda -dimensión que en la penumbra de la noche me pasó inadvertida-. Esto corroboraba la impresión que teníamos sobre  Feni,  ya que de no ser un personaje importante no disfrutaría de tan impresionante tipi.
  • Mis ojos, al igual que los de mis compañeros, recorrieron rápidamente el interior de la tienda, un recorrido que terminó en el curioso dibujo que se encontraba a espaldas de Feni; dibujo que ya me llamó la atención en nuestra primera visita.
  • Bien dijo Feni-, debo decir que esta mañana en el lago he visto al igual que mis hermanos, las pocas posibilidades que tienen de salir con vida de la carrera. Sus perseguidores son una competa nulidad y a ustedes mismos aunque manejan diestramente el trineo les falta mantener por más tiempo las ceñidas para lograr un máximo de velocidad. Sus trineos son toscos y difícilmente lograrán el triunfo con ellos. Después del espectáculo de esta mañana junto com mi hermano Ocap, me dirigí a la tienda del Gran Safaf y le pedía que permitiese prestar mi trineo a uno de los equipos de los prisioneros. No fue fácil convencerles pero una agotadora explicación de Ocap, por el que el Gran Safaf siente un respeto especial, sirvió para que accediera, aunque de mal grado, ¡con que, señores … mi trineo está a su disposición !
  • Le agradezco profundamente en nombre de mis compañeros, -dijo Hello- todas las ayudas que estamos recibiendo.
  • No me agradezca nada. De poco les servirá el trineo, si no ganan la carrera.
  • Bien, en cuanto a lo que a ese punto se refiere no me queda más que desarles suerte. Y alzando su cuenco, gesto que fue imitado por todos, se brindó por el triunfo en la carrera.
  • Feni, -dije con tal decisión, que hice recaer en mí las miradas de mis compañeros.
  • Usted conoce perfectamente cuales son nuestras intenciones si logramos salir con vida de la carrera. Pues bien desde que entre por primera vez en su tienda me ha llamado la atención ese extraño dibujo que está a su espalda. -Esta vez todos los ojos incluidos los de Flor de Hielo-, se clavaron con fuerza en los raros rasgos allí representados.
  • Y más de una vez he pensado que se podía tratar de un mapa. Mentalmente he cotejado sus trozos con los del mapa que nos vienen guiando, hasta que caimos en manos de los Ruaocir, y si bien no son exactos presentan  indudables  puntos  de  coincidencia por lo que Feni y si me permite una pregunta directa, ¿no se trata del auténtico mapa del Atnas Aniram? -Ahora y como si todos hubiéramos realizado al unísono mi pregunta, Feni fuel el blanco de las miradas-.
  • ¡Bravo!, veo que es buen observador señor Raquet. Efectivamente esos trazos sin aparente significado,  no son otra cosa que el mejor mapa que existe para llegar al Atnas Aniram.
  • Mi intención era revelárselo en caso de que superaran la carrera, pero en vista de su interés y si no les molesta acercarse les indicaré exactamente dónde estamos. Como un solo hombre, nos pusimos en pié alrededor de Feni, quien con una punta de flecha indicó firmemente el lugar exacto donde estaba situado el campamento  Ruaoicor.
  • Como verán han hecho un largo recorrido pero les queda la parte más difícil. El campamento se encuentra situado a casi tres mil metros, y aún tendrán que escalar las escarpadas montañas que componen la cordillera negra, donde raramente luce el sol y cuando lo hace, provoca majestuosos aludes que arrastran toneladas de nieve. Espectáculo digno de contemplar pero que difícilmente se puede llegar a contar.
  • Yo tuve la ocasión, junto con mis fallecidos compañeros, de padecer uno de esas avalanchas.
  • Debió de ser maravilloso, -dijo Prícipe-, imaginándose el gigantesco ruido que producirían esas toneladas de nieve.
  • Ya me extrañaba a mí, que no dijeras nada, -comentó Oso-.
  • Por favor, continúe Feni, -insistió Hello-. Pués bien, llegando a esas montañas encontrarán un medio rápido, pero tan peligroso como los aludes, para llegar a su destino. Se trata del “Sabuc”.
  • El Sabuc -repitió Principe espontáneamente-. ¡Luego también existe!
  • En efecto, existe y es su único camino para no correr el riesgo de perderse en la montaña. El Sabuc es un impresionante rio, que acaba en una  gran  cascada  con una caída en vertical de cientos de metros; por lo que en caso de viajar por él, les aconsejo que salgan de sus aguas antes de que estas se viertan al valle de Atnas Anirram, que se encuentra situado a una altura de dos mil metros, es decir, tienen un salto aproximado de ochocientos metros.
  • ¡Fiuuu!, por las barbas de cien mil ballenas no se trata precisamente de un paseo lo que nos queda. En efecto Oso, pero antes del paseo que dices, no olvides que habrá que ganar una carrera casi  tan peligrosa como el mapa del buen Feni, -dijo Hello-.
    • Bien señores, efectivamente tienen que superar esa carrera, por lo que les aconsejo que cojan mi trineo y practiquen con él mientras tengan luz. Si superan la prueba gustosamente les prepararé una reproducción de mi mapa; ahora sólo me queda desearles suerte. Y sin mediar más palabras salimos del tipi y fuimos directos al lago para estrenar el regalo de Feni.

El sol caía oblicuamente sobre la placa helada y su reflejo resultaba cegador. Pronto izamos el palo y si pensarlo dos veces, se dispuso que Zoom y yo, conduciríamos el trineo. Hello fue quien lo decidió, aconsejado por Príncipe, mientras que Oso, -aunque quizá algo decepcionado-, permaneció, raro en él, tan silencioso como el propio lago. En efecto, por la mañana habíamos sido Zoom y yo quienes logramos imprimir más velocidad a nuestro patín a vela. De todas formas la importante baza que jugarían Hello y Oso el día de la carrera, tendría que ser decisiva; esto sin contar con Cerdo y sus compinches, quienes y como ya se ha explicado; por esta vez habrían de prestarnos, en bien de todos, una valiosa ayuda.

El trineo de Feni era bastante más ligero que los nuestros y sin embargo, su vela era la mayor que habíamos visto.

Ésto fue lo que decidió a Hello y a Príncipe, confiarnos su manejo, ya que si bien, aparentemente no podría soportar el corpachón de Zoom, éste sin embargo, sería de vital utilidad en caso de que ese día soplara un fuerte viento, baza en la que confiábamos ciegamente, ya que técnicamente los dos Ruaoicor: Olaf y Nottob, nos superaban ampliamente; pero si el viento soplaba con fuerza, sería cuestión de potencia y agallas, y en esto estábamos a la par. La prueba del trineo de Feni, no pudo ser más satisfactoria, a pesar del poco viento que había, a la caída de la tarde nos deslizamos más rápidamente que en nuestro ensayo de la mañana.

Con una satisfacción plena y la seguridad de que unidos lograríamos ganar a aquellos salvajes que lucharían entre ellos, lo mismo que lo iban a hacer con nosotros, recogimos el trineo, plegamos cuidadosamente la enorme vela y dirigimos nuestros pasos al tipi donde todos empezamos la desagradable tarea de afilar las cuchillas de los patines al máximo; cuando logramos sacar el filo adecuado, protegimos  las  cuchillas con finas pieles, para evitar la mínima oxidación producida por las bajas temperaturas de la noche. No  me  gustaría estar en el pellejo del que caiga debajo de unos de estos cacharros, -dijo Oso-.

– Pues apréndete bien la lección Oso, porque como caigáis alguno …, posiblemente los cuchillos de los Ruaoicor están tan afilados como nuestros patines. Estas palabras de Príncipe, quedaron  sin  contestación.  los pocos días que quedaban hasta la carrera, pasaron rapidísimamente. Nuestra única ocupación fue entrenar y mejorar nuestra técnica y  velocidad,  bien  asesorados por Iref y Feni; los cuales se implicaron con  nosotros, como si fueran ellos mismos los que hubieran tenido que participar en la carrera que nos esperaba.

  • El día anterior, ultimamos todos los detalles, entrenamos pero sin forzar al máximo, teníamos que conservar nuestro material, no podíamos permitirnos ninguna rotura, que fuera irremediable, en el trineo y no digamos encuestas cabezas.
  • ¡A cenar …!, la llamada de Zoom fue lo mejor de aquel tenso día. Zoom, tan flemático como siempre, preparaba la cena como si fuera una noche más. Comimos con avidez incluso repetimos, a fin de cuentas se podía tratar de la última cena. Eso estaba en la mente de todos, pero nadie hizo la menor alusión a ello. Después de apurar la pócima que imitaba a café y dejando a Fox rumiando sus huesos de vigilante de guardia en la tienda, fuimos a ver a los accidentales compañeros de equipo que nos habíamos echado. El camino que separaba nuestros tipis era corto y en unas pocas zancadas, avivados por el frio de la noche, llegamos a la tienda de Cerdo. Irrumpimos sin vacilar, -aún se encontraban cenando-. Cerdo se incorporó.
  • Esperábamos vuestra visita -dijo-.
  • Pues la esperaríais en balde si no fuera absolutamente necesario, ultimar algunos detalles.
  • Pero sentaros, ¡por mil millones de trineos! Sordo acerca ese ron, que no se diga que Cerdo y sus amigos son poco hospitalarios.
  • Bien Cerdo, -interrumpió Hello-, vayamos al grano. Como ya ha quedado claro tenemos que actuar en equipo.
  • En efecto Hello, -respondió Selol-, y si me lo permites explicaré el plan que hemos concebido.

-Adelante Selol, no perdamos el tiempo, -dijo Laif-.

-Selol tomó un palo y adoptando una pose muy doctrinal, dibujó en el suelo el mapa del lago, y el del que iba ser el recorrido de la c arrera. Bien, éste triángulo es aproximadamente el plano de la prueba. La situación es la siguiente: si os fijáis, se trata de un triángulo escaleno, en cuyo ángulo más agudo se encuentra la salida. Ésta está delimitada por una bandera en el interior del lago, y por tierra, en el otro extremo, justo aquí -dijo haciendo un círculo en la arena con su palo-, el Jefe Safaf dará la salida. Pues bien, calculo que seremos once los trineos en tomar parte, a juzgar por los que he venido observando practicar en el lago.

  • Estoy conforme con eso, -afirmó Príncipe-, que había tomado cuidadosamente nota de los rivales.
  • Pues bien, este es el punto más estrecho de la prueba puesto que es el más próximo a tierra. Las otras dos viradas dejan amplio margen de maniobra. Si a esto añadimos que todos los participantes estarán juntos, en la salida, la dificultad será máxima, y de cómo tomemos la salida, dependerá en gran parte el resultado final. Hemos decidido, que Laif y Ocín colocarán su trineo lo más próximo a la bandera, y Cerdo y Sordo, saldrán pegados a tierra. Nada más comenzar cruzaran ambos todo el trapo, para encontrarse  en  el  centro,  logrando dar así un abrazo de oso al resto de los concursantes.
  • ¿Que has querido decir con eso de un abrazo de oso? – dijo Oso- sintiendo herida su increíble susceptibilidad. La tensión creció por momentos y Selol y Oso puesto en pié se miraron duramente.
  • Basta ya Oso -dijo Hello- y acabemos de una vez. Se trata de una forma de hablar, ¿no es así Selol?
  • Así es, se apresuró a decir éste sin dejar de observar la amenazante mirada de Oso.
  • Bien, pues si no hay más interrupciones, terminaré diciendo que lo que con esto me propongo es formar un tapón en la misma salida, creando la mayor confusión posible, para dar tiempo a que vuestro trineos lleguen cómodamente a la primera baliza.
  • -Perfecto, pero…, este abrazo de…, -Ocín- se disponía a terminar   la   frase   conteniéndose al final, ¡afortunadamente!, pues Oso ya estaba apretando los puños.
  • Este… tapón, -continuó Ocín-, ¿no afectará igualmente a vuestros trineos?, dijo señalándonos con su dedo, mientras de reojo miraba astutamente a Selol, queriendo hacernos ver la fragilidad de su plan.
  • A esta pregunta y si me lo permite Selol, puedo responder yo. La rápida contestación de Príncipe desconcertó a Ocín. Ahora su dedo señalaba a Selol y su esquinada mirada buscaba rabiosamente a quién encontraba sencilla la duda que él había propuesto.
  • Adelante Príncipe, dijo Selol.
  • Pues bien, nada más sencillo: tanto el trineo de Hello y Oso, como el de Raquet y Zoom, se situ aran inmediatamente detrás del tripulado por Cerdo y Sordo, y el otro a continuación del de Ocín y Laif. ¿Supongo que estas serán las tripulaciones?
  • Y aciertas, contestó Cerdo -orgullosamente de su equipo, de esta manera -terminó Príncipe-
  • Cuando vuestros trineos se crucen en el centro nosotros nos colaremos, aprovechado los pasillos dejados en los extremos.
  • ¡Bravo! -exclamó Oso-, que había seguido las explicaciones de Príncipe tan atentamente como el propio Ocín, ignorando ambos en que iban a parar.
  • Todo eso está muy bien -interrumpió Hello-, quién cortó las risotadas de triunfo de Oso, pero ¿y si los trineos del Cerdo y Ocín no hacen rápidamente la maniobra?, ¿Y sí a los únicos que realmente estorban es a nosotros mismos?
  • Ya he pensado en ello, -dijo de nuevo Príncipe-, pero es un riesgo que tendremos que correr. Bien, pues si nadie tiene nada más que decir, mañana tendremos un día muy agitado por lo que propongo que nos retiremos a dormir. Mis palabras surgieron efecto, y sin darnos cuenta pronto habíamos abandonado  el tipi de Cerdo y entrábamos en nuestra tienda, siendo afectuosamente recibidos por Fox; el cual había dado cumplida cuenta de sus rumiados huesos. Sin más que un buenas noches…, permanecimos en silencio tratando de conciliar un sueño que se negaba a llegar.  El  día amaneció limpio; serían las seis y media de la mañana y ya comenzaba a despuntar el sol. Quien le iba a decir a éste la jugarreta que su eterna novia: la luna, le  iba  a gastar cuando adquiriese su máximo esplendor.  Me levanté y vi a Oso y a Hello, comprobando el filo de las cuchillas de los trineos; que a juzgar por sus gestos debía de ser óptimo.
  • Por mil millones de truenos, ¡ya es hora de que os levantéis! -exclamó Oso- al vernos a Príncipe y a mí desesperezándonos de un sueño, que tardamos en conciliar y ahora se resistía abandonarnos.
  • Buenos días, -dijo Hello-. Despertad a Zoom o no llegaremos a tiempo. ¡La carrera será hoy, no el próximo invierno! El aspecto deZoom era impresionante. Envuelto en sus pieles de oso dejando ver su negra cabezota y resoplando como cien búfalos enfurecidos daba la impresión de poderse pasar el día durmiendo. El encargado de volverle a la vida fue Fox, el cual gracias a Dios, se prestó voluntario pues despertar a semejante mole, siempre puede entrañar algún riesgo. Fox se empleó a fondo. Empezó con unos suaves quejidos, acercando su enorme nariz, que no paraba de olisquear a la no menos gran cabeza del barbudo Zoom. El lamento de Fox fue aumentando en intensidad a la vez que movía nerviosamente sus patas y agitaba alegremente el rabo; pero el toque definitivo fueron dos refrescantes lametadas que no tardaron en surtir efectos. Un perezoso y alargado estirón de brazos y piernas, capaz de abarcar a todos los presentes, coreado por los alegres aullidos de Fox, al ver cumplida su misión, hicieron el resto. Ahí nuestras carcajadas completaron un cuadro digno de verse.
  • ¡En pie grandullón!… ¿o piensas quedarte dormido el resto de tus días? El característico gruñido de Zoom, mitad saludo mitad protesta, fue la única respuesta que obtuvimos. Mientras Zoom se refrescaba las ideas con la nieve, completando su aseo, el resto como poco hambre y mucha incertidumbre, le acompañamos fuera de la tienda, donde permanecíamos en silencio viendo como poco a poco, el sol ganaba una vez más la partida  a  la noche.
  • De repente, una gigantesca bola de nieve apareció a increíble velocidad enfrente de mi cara. Instintivamente me agaché y grite ¡cuidado!, pero de poco valió mi advertencia. El proyectil hizo blanco en la cabeza de Oso y de rebote se cargó la pluma de turno del gorro de Príncipe.
  • ¡Por diez mil búfalos salvajes, te voy a matar! -dijo Oso- a la vez que lanzaba piedras y nieve contra el autor del disparo, -que como habréis adivinado, era el propio Zoom-. A la improvisada respuesta de Oso nos unimos todos, formando un auténtico campo de batalla. Las bolas silbaban cómo las de un cañón. A punto estuvo más de una de agujerear la tienda. Así hubiéramos continuado un buen rato de no ser por el atrevimiento de una bola perdida, que fue contra el rostro de  mi benefactor Ocap, -dándole de plano-  el  cual,  elevando sus talones del suelo, cayó de espadas y se quedó tan quieto que pensamos: había muerto.
  • Por todos los Dioses, que significa esto, ¡exclamó Feni!, que venía acompañando al desgraciado Ocap. Tras deshacernos en excusas e increíbles explicaciones Hello, Príncipe y yo, trasladamos al interior del tipi al inconsciente Ocap; -mientras Oso recriminaba a Zoom como culpable de todo el asunto- aunque si no fuera porque no tengo la certeza absoluta juraría que por la posición -que teníamos en la particular guerra entablada- y el sitio en el que fue a aparecer mi querido Ocap, no habría sido otro si no el propio Oso, el autor del desgraciado bolazo. Gracias a unas friegas y un poco de viejo licor, que Príncipe guardaba como oro en paño, Ocap, no tardó en reaccionar en medio de indescriptibles lamentos y aunque desconocíamos por completo el dialecto Ruaoicor no fue difícil imaginar su significado.
  • Bien , el motivo de esta visita dijo Feni, viendo la feliz recuperación de Ocap, no es otro que el de desearles suerte, al tiempo que darles un pequeño consejo. Cuando la luna empiece a ocultar al sol, una gran sombra se irá apoderando del lago, empezando por su parte superior, es decir dónde se encuentra situada la segunda baliza. Es de vital importancia mantener una buena posición en ese momento, pues a la altura en que nos encontramos, la temperatura, al perder el calor proporcionado por el sol, descenderá rápidamente, endureciendo notablemente la superficie del lago y consecuentemente el trineo que se encuentre en este punto del recorrido, se vera beneficiado con un mayor deslizamiento. Serán pocos minutos pues pronto la sombra cubrirá completamente el lago pero convienen tenerlo en cuenta. El que en ese momento logre cobrar ventaja posiblemente será el vencedor, y mis hermanos lo saben.
  • Nuevamente quedamos en deuda Feni. Espero que algún día podamos devolverte el favor. A estas palabras de agradecimiento por parte de Hello, respondió Ocap, – por lo visto completamente recuperado-, con una increíble amalgama de aullidos y saltos que dieron un buen susto al distraído Oso. Finalizada su actuación, Ocap y Feni desaparecieron. Por mil ballenas muertas el golpe le ha vuelto más idiota de lo que era!

Sin más incidentes comenzamos a bajar los trineos  al lago. Aún faltaban algunas horas para el mediodía, momento en el que se daría la salida, pero la animación era grande. Hombres, mujeres engalanadas ellas, y fuertemente armados ellos, se agolpaban a lo largo de lo que era la recta de salida. Sus tambores no dejaban de sonar. Una gran tienda presidía todo aquel jolgorio. En ella, como luego comprobamos, se encontraba el Gran Safaf y sus más inmediatos allegados: Feni y Ocap, además de viejos guerreros que constituían el consejo de la tribu y el jurado de la carrera. También me pareció distinguir a Iref, ataviado para la ocasión como sólo él era capaz de hacerlo.

-De todo su conjunto destacaré: un cinturón con una hebilla de diente de búfalo de increíbles dimensiones-. Lanzas, pieles, cintos, junto con el resonar de los tambores y cánticos daban un aspecto de fiesta multicolor.

Nos fue fácil distinguir a Cerdo y sus compinches. Habían madrugado y estaban practicando -torpemente asesorados por Selol-. Entre los juramentos de éstos y las risas de los indios, montamos los dos trineos; la vela prestada por Feni destacaba del resto. Al tiempo que empezamos a deslizarnos lo hicieron Olaf y Nottob fuertemente vitoreados por el resto de la tribu. Indudablemente, serían el enemigo a batir, sin olvidar a los otros seis trineos que diestramente, también, evolucionaban por la superficie helada.

Faltaba escasamente una hora para el comienzo. El viento soplaba ligeramente pero iba en aumento, lo que nos mantenía expectantes, -pues ya he aclarado- la necesidad que teníamos de un fuerte viento, máxime con la vela que portábamos, que si bien haría más peligrosa la conducción del trineo, también le imprimiría a éste una mayor velocidad y no teníamos más remedio que jugarnos todo a esa baza. Los trineos se movían con soltura y rapidez, si exceptuamos a dos bien conocidos por todos. Iniciamos un largo  y pronto Zoom  y yo dejamos  atrás a Hello y Oso. No cabía duda, la calidad del trineo quedaba demostrada. Al pasar cerca de una baliza, me llamó la atención la presencia de gran cantidad de antorchas, limitando el sitio donde deberíamos efectuar la virada. Inmediatamente recordé el !eclipse¡ que debía producirse; el cual mantenía a Príncipe fascinado, mirando y volviendo a mirar a el sol, corriendo el peligro de quedarse completamente ciego. De repente todo el ruido producido por cánticos y tambores cesó. Dirigimos los trineos hacia la salida donde se apiñaban el resto de los rivales, -incluidos Cerdo y sus compinches-. En medio de un gran silencio aparecieron en escena el Gran Safaf, acompañado de los miembros del consejo y jurado. Los trineos se fueron colocando en línea. Una cuerda unida a la primera de las balizas, por un extremo y a tierra por el otro, impedía que nadie se adelantara.

  • ¡Suerte amigos! -gritó Hello- al pasar en su trineo, junto con Oso, a nuestro lado.
  • !Lo mismo digo¡, respondí, mientras fuimos a colocarnos detrás del trineo de Cerdo y Sordo; los cuales se esforzaban por mantenerle aprobado al  viento,  cosa que empezaba a resultar difícil, pues como queriendo
  • contribuir   a   nuestra   salvación,   éste   comenzaba   a s o p l a r c o n c i e r t a i n te n s i d ad . A l ve r qu e n o s acercábamos, Sordo y Cerdo hicieron un gesto indicándonos que  tenían la  situación controlada.  Lo cierto es que en su afán de infundirnos seguridad casi se les viene la vela encima; lo que quiera sido una desgracia irreparable ya que la carrera estaba a punto de comenzar.
  • ¡Zoom! -grité, alejémonos de la salida.
  • ¿Cómo alejarnos? ¿te has vuelto loco?. ¡Esto va a empezar ya!
  • Hazme caso, no seas tozudo. -Sin entender lo que me proponía, trasbuchamos y virando en redondo, anduvimos unos cincuenta metros.
  • Aquí estamos bien, demos la vuelta. -Volvimos a poner el trineo mirando hacia la salida. A todo esto un fornido Ruaoicor, armado con un hacha se había dirigido a la cuerda que impedía que nadie se adelantara en la salida. Allí se detuvo y miró al Gran Safaf. El silencio era impresionante la tensión estaba al máximo. Mi corazón latía como un potro salvaje incluso Zoom se mostraba nervioso.
  • ¡Ahora! -grité- ¡caza, caza y…!
  • Pero… si todavía, no han…
  • ¡Caza por lo que más quieras! El trineo empezó a moverse rápidamente, la distancia entre el resto de los participantes apretados en la línea de salida y nuestro trineo, que ya corría con todo el trapo hinchado, se reducía a ojos vista. ¡Cuarenta metros, treinta metros, veinte metros, quince…

¿Nos los vamos a tragar?, -me gritó Zoom-.

  • ¡Caza -respondí- ahora o nunca! En ese momento  el Gran Safaf hizo un gesto con su mano y el fornido indio dejó caer la afilada hacha sobre la cuerda.

Una explosión de ruido, gritos y toda clase de tambores, se desató, como queriendo vengarse del tiempo en que habían permanecido mudos. Haciendo pasar el trineo apoyado en una sola cuchilla ente la baliza y el patín de Cerdo y Sordo, -que habían empezado a moverse, dejando el pasillo convenido, pero sin tiempo para cruzarse por completo- . Con gran riesgo de abordarles y llevándonos por delante varias de las antorchas que esperaban ser encendidas, realizamos la más fantástica de las salidas. Cerdo y Sordo, cruzaron su trineo al igual que Laif y Ocín, lo hicieron con el suyo, permitiendo éstos, hacer también buena la salida de Hello y Oso. Pero el truco no fue completo, por el centro, y sin tiempo para dejarse atrapar, se colaron Nottob y Olef, seguidos de otros dos trineos más. Cerdo cumplió su parte mejor de lo que esperábamos todos, pues el susto -que él y Sordo-, recibieron, al vernos prácticamente encima suyo, les hizo agilizar la maniobra, de tal modo, que logró embestir a sus rivales más próximos.

  • ¡Eh, eh…! nos los hemos comido a todos gritó satisfechamente Zoom.
  • No cantes victoria, nos siguen de cerca y no hemos hecho si no empezar, -contesté mientras me afanaba por cazar la vela buscando el mayor viento posible. Efectivamente, la situación era la siguiente: Zoom y yo encabezábamos la prueba, seguidos a mas de treinta metros por Nottob y Olef, junto a  otros  dos  trineos Ruaoicor; cerrando este pequeño pelotón estaban Hello y Oso. atrás quedaban, en medio de una gran caos los seis trineos restantes, de los cuales, tres, -a duras penas-, reemprendían la marcha, incluyendo el tripulado por Ocín y Laif. Cerdo no había tenido tanta suerte y su trineo, junto con el de otros dos Ruaoicor, quedaban hechos pedazos, terminando la prueba sin apenas haberla comenzado.
  • ¡Tenemos la primera baliza encima! Zoom, atención a la maniobra! Sigamos subiendo, ¡ahora! -ágilmente pasamos por debajo de la botavara trasbuchando, sin perder un ápice de viento.
  • ¡Bien Raquet…! -gritó Zoom-. Miré hacia atrás y quedé sorprendido de la escasa distancia que nos separaba, con respecto al primer trineo perseguidor. El orden atrás estaba sufriendo muchos cambios y mientras Hello y Oso se emparejaban con otro trineo, Nottob y Olef eran sobrepasados por un tercer trineo.
  • Éste se nos acercaba peligrosamente, demostrándonos la fragilidad de nuestra ventaja. Todos habían virado ya y alejándonos en el interior del lago las ventajas desaparecieron por completo, no obstante viramos también en primera posición la segunda baliza. La  larga recta que nos conducía al punto de partida con viento de popa, aumentó increíblemente la dificultad del manejo de la vela. De repente, algo -que confieso había olvidado-  vino a complicar aún más las cosas. Una negra sombra empezó a caer rápidamente encima nuestro.

Zoom y yo, no pudimos por menos que mirar al cielo , buscando su conocido origen. Este despiste lo pagamos caro, pues el trineo Ruaoicor, más próximo, se emparejó durante un momento al lado nuestro, adelantándonos a continuación, ¡impunemente!. Sus gritos de alegría sólo podían compararse a la decepción que nos embargaba. Pero no acababan aquí los problemas. El lago se había vuelto oscuro y el hielo, como el buen Feni pronosticó, se endureció rápidamente. El fuerte viento fue aumentando paulatinamente y fuimos sobrepasados por el trineo de Nottob y Olef. Y también hasta un tercer trineo indio nos hubiera dado alcance, de no ser por la hábil maniobra de contención de Hello y Oso, dificultándoles el paso. Al fondo distinguimos una llamarada, punto inequívoco de la tercera baliza, en la que completaríamos la primera vuelta. A medida que nos acercábamos, sin variar posiciones, la luz, que al principio era sólo un punto, se convirtió en un gran resplandor, en el cual ya se oían los gritos ensordecedores los, llamémosles: “insólitos espectadores”. Gritos que se vieron redoblados al comprobar que los dos primeros trineos, prácticamente emparejados,  eran ¡trineos Ruaoicor!

¡Qué tercera baliza…! Notob y Olef, en franca recuperación de la sorpresa que tuvieron en la salida, sólo habían necesitado una vuelta para volver las cosas a su lógico orden. Y ahora, en medio de una impresionante colada, se metieron entre las llamas de la baliza y el trineo Ruaoicor, que apenas se había abierto un poco para iniciar el tercer viraje. esta arriesgada maniobra  salió bien,

incluso nos benefició, pues obligó al segundo trineo a abrirse, perdiendo el control y dándonos tiempo a nosotros, -junto con Hello y Oso- y el tercero en discordia, a colarnos cómodamente en la segunda, tercera y cuarta plaza, respectivamente. La oscuridad era total y estábamos a punto de perder de vista a Notob y Olef, que se daban ya por inalcanzables, cuando algo inesperado se puso de nuestra parte. Nunca creí que me alegraría video las feas caras de Ocín y Laif, pero ¡allí estaban!, tratando de tomar aún su primera balízame cosa que no les iba a ser fácil pues por alguna extraña razón navegaban en sentido opuesto a ésta, o lo que es lo mismo de frente al trineo de Nottob y Olef. La colisión hubiera sido tremenda y los gritos de horror de ambos trineos no se hicieron esperar. Un increíble viraje en último extremo -por parte de ambos trineos- les hizo cambiar el rumbo dirigiéndose hacia tierra a gran velocidad y apareciendo como por encanto a escaso metros de la zona donde entre otros muchos, se encontraban: Príncipe, Selol y los maltrechos Sordo y Cerdo.

-¡Por todos los diablos, nos van a pasar por la quilla! – gritó Selol-. De nuevo la habilidad de Nottob y Olef, evitó el choque, volviendo, aunque retrasados a la prueba. No tuvieron tanta suerte Laif y Ocín, que embistieron sin remisión a todos los allí presentes; dejando su trineo clavado tierra y saliendo ellos despedidos por encima de plumas y tambores yendo a para a los pies del Gran Safarf que imperturbable ante este hecho, se limito a  pasar  su gran pipa al miembro del consejo más próximo, dirigiendo su mirada hacia los que aún quedábamos en la carrera.

La primera baliza de la segunda vuelta, volvimos a tomarla en cabeza y ante la proximidad del trineo Ruaoicor, que aún nos inquietaba, Hello y Oso, no pudiendo “sujetar”, por más tiempo su marcaje, se decidieron a embestirle. Una arriesgada maniobra, en la que se jugaron el todo por el todo. Los gritos de Oso destacaban entre los lamentos de los Ruaoicor, medio chamuscados, pues en la colisión se llevaron la baliza con antorchas, indios y todo lo que pillaron por delante. -La luz del día volvió a irse imponiendo a las tinieblas del eclipse-. Mientras, completamente agotados, palpitándonos el corazón salvajemente, nos dirigíamos al segundo viraje. Pudimos ver la gran recuperación de Nottob y Olef, que de nuevo se acercaban peligrosamente y esta vez no parecía que se iba n a dejar sorprender. Cuando viramos buscando la última empopada, la luz era casi total. Ahora no separábamos la vista de la última baliza, que aún humeante daba la sensación de que se alejaba, aumentando desesperadamente el recorrido final. Nottob y Olef, también habían virado, ya nadie quedaba en la prueba. A los accidentados trineos, se unieron el abandono de otros dos, pues la distancia que les sacábamos era inalcanzable. Así pues, de los once trineos que comenzamos, sólo dos permanecíamos aún en la carrera.

Zoom miraba constantemente preocupado la última baliza, en la cual pudimos observar cómo Nottob y Olef habían desplazado al trineo que les precedía, en la primera vuelta, sacándole prácticamente del lago. Ahora la situación se repetía y para nuestra desgracia, pasábamos a

ser nosotros los protagonistas. El sol brillaba completamente libre de sombras, los gritos del arrebatado público, a pesar de la concentración a que estábamos sometidos, se hicieron ensordecedores. ¡Qué final…! Prácticamente emparejados llegamos a la última baliza.

  • ¡Se nos cuelan…, se nos cuelan…! -grité- a punto de perder los nervios. Efectivamente, queriendo repetir la maniobra, que tan buenos resultados les diera en la vuelta anterior, Nottob y Olef, viraron por nuestra popa, buscando un hueco para meterse  entre  la  baliza  y nuestro trineo. Apenas asomaron su proa cuando en un auténtico alarde que dejó uno a todo el poblado volvimos a virar copiando al maniobra por detrás de su trineo, dejándoles nuevamente en la parte exterior.  El  trineo elevó todos los patines y la virada tan sumamente cerrada dirigió a ambos hacia tierra, como antes lo habían hecho Cerdo y Sordo. Igualmente el increíble manejo de Nottob y Olef, les permitió virar en último extremo poniéndose completamente perpendiculares a nosotros, que ya sin remisión, nos dirigíamos a tierra. ¡El choque fue inmediato!, abordándo la proa de su trineo, que nos embistió, y nos hizo entrar así en meta; con los dos palos rotos y encima del trineo de Nottob y Olef, -por cierto que este último salió despedido en el embite, llegando a pasar su corpachón por encima de sus sorprendidos hermanos Ruaoicor.
  • ¡Bravo…!¡bravo…!, es lo mejor que he visto en mi vida.

¡Por mil tripas de lobas hambientas! Medio atontado apenas podáis distinguir la procedencia de semejantes alabanzas, cuando un fuerte golpe a modo de felicitación, en mi maltrecha espalda, me devolvió a la realidad. Oso, Hello, Príncipe, todos rodeaban, -incluidos Cerdo y sus compinches- , el amasijo de troncos astillados, resultado del apretado fin de carrera.

  • ¡Lo hemos conseguido!, -repetía  Selol-  atribuyéndose un triunfo que casi nos cuesta la vida. Medio zarandeados fuimos subidos a hombros, cuando…
  • ¡Silencio, silencio! -el consejo se reúne para decidir el resultado de la prueba.
  • ¿El resultado?. ¡Por mil millones de indios a caballo!,

¡El resultado es éste!, -dijo Oso- elevándome a un metro del suelo.

  • Oso me vas a matar, prefiero dar quince vueltas más a esa endiablada pista, que tus felicitaciones.
  • Está bien, está bien…, que delibere el consejo. Muy tontos tienen que ser para no darse cuenta de la realidad. Pero la realidad -a pesar de la opinión de Oso- no estaba muy clara y pronto fuimos rodeados  por  los  Ruaoicor, con el rencoroso Nottob al frente.
  • Esto se pone feo -dijo Hello-. Estamos indefensos ante sus lanzas.
  • ¡No tanto! -exclamó Zoom-, cogiendo  un  enorme tronco de los restos del trineo.
  • Tranquilos, tranquilos, poco duraríamos aquí, además aún no sabemos el resultado del consejo, esperemos pacientemente su veredicto y preparémonos para todo. Las palabras de Príncipe aplacaron los ánimos. Allí quedamos. La proporción era de ocho a uno y por si fuera poco, estábamos desarmados, si exceptuamos la cachiporra de Zoom, que no dejaba de acariciar amenazadoramente, pero de poco hubiera servido contra las lanzas y los cuchillos de los Ruaoicor. No se el tiempo que permanecimos encima del frio hielo pero me me pareció una eternidad.
  • Por fin, una agitación en la gran tienda que presidía la prueba, fue la señal de que la decisión estaba tomada. Distinguimos rápidamente a Feni, que en calidad de intérprete venía a explicarnos la decisión del consejo. Esta fue unánime. El valor demostrado por los “caras pálidas”, ha sido grande. Su trineo es el único que ha llegado con la tripulación completa, y por si fuera poco, ha entrado encima del de nuestros hermanos, Nottob  y Olef. Así que la decisión del consejo…, declara como único vencedor: al trineo de los “caras pálidas”.

-¡Yheeee!. Un grito de alegría brotó de nuestras gargantas, hábilmente esquivé una palmada de Oso y un abrazo de Zoom, el cual dentro de la confusión que reinaba, abrazó al Cerdo con todas sus fuerzas y este hizo lo propio, permaneciendo así varios minutos, con resultado nulo. Pronto todo el poblado estalló en gran fiesta, las hogueras se encendieron y en el centro del campamento se elevó un impresionante fuego, alrededor del cual las lindas Ruaoicor, bailaban interpretando danzas de guerra y de amor. Los trozos de venado pasaban de boca en boca.. Príncipe encendió su flamante pipa conversando junto a Hello, con el que había sido artífice del triunfo, el buen Feni. La situación estaba salvada. Permanecimos toda la noche bailando, bebiendo y riendo. Pude ver a Olef sentado aisladamente con Nottob, no queriendo participar de algo que pensaban se haría en su honor. Por Feni fuimos informados que podíamos permanecer en el poblado el tiempo necesario para reponer fuerzas, y conseguir las provisiones tan necesarias, en aquellas latitudes para continuar nuestro viaje. Hello planteó la situación a Cerdo y los suyos. La respuesta de éstos por rápida, me resultó poco convincente. Parecía que renunciaban a continuar y emprenderían regreso a tierras menos inhóspitas. Permanecimos dos semanas con los Ruaoicor. Aprendimos sus costumbres en intercambiamos regalos. La pipa de Príncipe, encantó a Feni, ya que si bien se trataba de una pipa más convencional que la suya, constituía un recuerdo de la civilización que dejó atrás; demostrándonos la posibilidad de que algún día volviera a ella. Cerdo y compañía emprendieron su anunciado regreso al  cuarto día. La despedida fue seca, y si algún atisbo de entendimiento, pudo dejarse ver en las dificultades que nos unieron en la carrera, éste se esfumó con su despedida.

–   Un ¡nos volveremos a ver! -de Cerdo-, dejaba en el aire la posibilidad de un segundo encuentro.

Los diez días restantes los empleamos en repasar el mapa de Feni; el cual nos presentó al mejor constructor de piraguas de la tribu. No hay que olvidar que en la época de verano, el lago rompe su cortina de hielo, permitiendo a los Ruaoicor pescar en sus aguas, lo que les había convertido en consumados expertos de las canadienses.

“Azrole” era el nombre del enorme guerrero Ruaoicor, que nos demostró cómo la maña no va reñida con la fuerza. Con él estuvimos tensando y secando pieles, doblando escogidas ramas que hábilmente unía con fuertes nudos. El resultado era excelente: Una canoa ligera y capaz de transportar a dos hombres con su correspondiente equipo. Unicamente, embarcaciones construidas con pieles podían ser fácilmente transportadas a través de la Cordillera Negra, que esperaba pacientemente a los arriesgados expedicionarios que osaran adentrarse en sus dominios. Azrole insistió en que montáramos y desmontáramos cien veces la piragua. Confieso que llegó a cansarme tanto, montar y desmontar, pero debo reconocer que cualquiera de los cinco componentes de la expedición era capaz de armar la canoa con los ojos cerrados. Parecía mentira que un hombre con la habilidad de Azrole y con su enorme fuerza, permaneciera siempre ocupado en sus trabajos, sin tomar parte directamente de la intensa vida de los Ruaoicor. La respuesta habría que buscarla en las tres maravillosas indias que compartían con él su tipi. Ellas le mantenían lo suficientemente ocupado como para perder su precioso tiempo en otras menudencias. Un día, el buen Ocap me explicó interminablemente, como Azrole, uno de los mejores guerreros de la tribu había renunciado a su mando, prefiriendo su sedentaria vida de casado, -no sé si será esta la mejor palabra- y dicho sea de paso no parecía que le sentara mal aquel matrimonio compartido, pues muy a gusto pesaría los ciento diez kilos, bien disimulados por su gran altura.

Las enseñanzas de Azrole, no solo se limitaron a la construcción de canadienses. La canadiense diseñada por él medía unos cinco metros de eslora, por casi un metro de manga en su centro. Estas  dimensiones  permitían  un rápido y silencioso desplazamiento en aguas tranquilas como eran las del lago. Teniendo su línea de flotación bastante alta, se convertía en una bañera de gran estabilidad. Hello explicó, por mediación de Feni, quien conocía sobradamente el Sabuc, las características del rio. Por lo que su tradicional canadiense sufrió algunos cambios haciéndola más lenta con bordas más altas, e inventando un revolucionario sistema “bota-aguas”, sin el cual no hubiéramos durado un minuto en los rápidos del Sabuc. El manejo de la canadiense, seguido por los Ruaoicor, resultaba incómodo al principio, pero terriblemente práctico a la hora de navegar. Arrodillado y sentado sobre los talones, con la cadera ligeramente inclinada hacía una u otra banda, lograban escorar la canadiense de forma y manera que la tendencia a torcerse, cuando un solo remero la tripulaba, quedaba compensada con el impulso del remo, unas ligerísimas pero fuertes pagallas de fresno, también talladas por Azrole.

Pero Azrole no era el único que sabía de canadienses entre los Ruaocicor. Según nos contó Feni, uno de los más revolucionarios remeros de la tribu, no era otro que el mismísimo Ocap. En cierta ocasión, mientras merodeaba por las frías aguas del lago , buscando algún pez para sus brebajes, decidió aplicar una teoría que hacía tiempo le rondaba por la cabeza, ¡la de los trineos a vela! La idea era aprovechar el  viento  con  una vela, lo mismo que hacían cuando el lago se helaba. Diseñó una canadiense, sin la aprobación de Azrole, para el cual sólo la fuerza del remo de impulsar las canoas pues si bien, éstas demostraban ser muy estables, al instalárseles una vela, ya no lo eran tanto.

No obstante, Ocap tuvo bastante éxito con su pequeña vela. Desgraciadamente para él, el invierno andaba cerca y el lago comenzó su rápido proceso de solidificación. Lejos de desanimarse, incorporó a su canadiense, una especie de patines, además de otra vela, desproporcionadamente grande. Después de algunas pruebas, realizadas en secreto por Ocap, aunque divertidamente espiadas, por Feni y Azrole, decidió convocar al Gran Safaf y al consejo, así como a los mejores guerreros de la tribu, para mostrar lo que según él, iba a dejar anticuados a sus más briosos caballos, -en lo que aparentemente parecía ser el medio más rápido de desplazamiento a través de la nieve-.

La expectación fue máxima. Tengamos en cuenta que los Ruaoicor son  una tribu nómada por lo que la posibilidad de viajar más rápida y cómodamente resultaba siempre muy interesante. Si excluimos a los caballos, que seguramente intuían el resultado de la prueba -continuó divertidamente Feni-, toda la tribu, además de nosotros mismos, se había reunido en la falda de la montaña. La tarde era fría y el viento intenso. Ocap, ayudado por jóvenes guerreros había subido su extraño armatoste en lo alto de una fuerte pendientes que dominaba el campamento Allí estaba saboreando su triunfo Todo el mundo exclamó un ¡oh…!” de admiración, cuando después de hacer un saludo a la tribu, -que bien pudo ser el último-, se introdujo en su trasto y comenzó a deslizarse a gran velocidad. La vela se hinchó con fuerza al primer golpe de viento y como una flecha se dirigió hacia nosotros.

Inútilmente trató Ocap de cambiar su dirección. Con todo el trapo hinchado se nos echó encima obligándonos a tirarnos al suelo para esquivarlo. Pero no contento con eso después de haber atentado contra el Gran Safaf y su consejo, siguió bajando camino del campamento y a unos treinta metros de las primeras tiendas, tomó impulso en una pequeña elevación del terreno, qué le catapultó pasando, como un pájaro, limpiamente los dos primeros tipis, yéndose a estrellar contra un tercero. Concluyendo de esta manera lo que se ha llamado: “el vuelo de Ocap”. Del tipi no quedó nada, del artilugio menos, y del pobre Ocap, un par de huesos rotos y unos meses de inactividad por delante, terminaron con sus avanzadas ideas, en lo que al arte del desplazamiento se refiere. Cada vez que recuerdo aquella escena, con el Gran Safaf y su consejo por los suelos y al buen Ocap volando por encima del campamento, sin que le diera tiempo a articular palabra, no puedo por menos que echarme a reir.

Nuestra estancia con los Ruaoicor, a medida que pasaba el tiempo se hacía más agradable. Hacía casi tres semanas que llevábamos viviendo con ellos y apenas me parecían dos días. Aquella noche Hello y Príncipe conversaron ampliamente con Feni y el resultado no se hizo esperar…

  • ¡Muchachos! -dijo Hello-, mañana proseguiremos el viaje.
  • ¡Por fin! -dijo Oso-, ya empezaba a pensar en liarme con una india. La fina indirecta, fue perfectamente recogida por Zoom, al cual le tenía echado el ojo, hacía tiempo, una rolliza Ruaoicor que él trataba de esquivar por todos los medios.
  • ¿Qué quieres decir Oso? -preguntó-
  • Nada, nada, no digo nada…
  • Bueno dejémonos de tonterías y al grano. Todos tenemos aquí intereses para quedarnos una temporada pero…
  • Me parece Príncipe, que te vas a tragar esa asquerosa pipa, con plumas y todo -interrumpió  nuevamente Zoom-, mientras Oso se mordía los labios, ahogándose de risa. Viendo el cariz que tomaban las cosas -incluso Fox agachaba las orejas ante la tormenta que se avecinaba…-.
  • Hello queriendo templar “gaitas” -dijo-: “sin que nadie vea dos, donde sólo hay uno” -ésto ni Zoom ni Oso llegaron a comprenderlo- y yo creo, que ni el  propio Hello sabía lo que quería decir, pero sirvió para centrar la conversación en lo que de verdad nos interesaba.
  • Nuestro objetivo -continuó Hello- está aún lejos de aquí, y el motivo de esta expedición no es otro que ir a buscarle. Esta noche cómo sabéis, Príncipe y yo hemos hablado con Feni y hemos decidido, aprovechando el buen tiempo que está haciendo, salir mañana hacia la Cordillera Negra. Feni me ha entregado un detallado mapa y os puedo asegurar que el camino es largo y peligroso, Si alguien quiere dar marcha atrás, ahora es el momento. Más adelante viajar solo es una temeridad. – Por supuesto que estas palabras de Hello cayeron en saco roto y nadie despegó los labios-.
  • Os agradezco, -continuó- vuestra ayuda muchachos, espero poder compensar los malos ratos que nos quedan por pasar.
  • Bien la  situación  es la  siguiente:  estamos en  el campamento Ruaoicor situado a unos tres mil metros de altura. Nuestro objetivo lo tenemos al norte: la Cordillera Negra, cuyo mayor pico tiene seis mil metros, pero no tendremos, afortunadamente,  que  llegar  por  encima  de los cuatro mil metros lo que claramente nos favorece, ya
  • sabeís que en la alta montaña cada metro oculta un peligro. Todas estas explicaciones eran atentamente seguidas por nosotros. Hello iba trazando en el suelo un mapa, al tiempo que hablaba, haciéndonos comprender más fácilmente la ruta a seguir.
  • Si todo sale bien en cinco o seis días, daremos con el “Sabuc”, rio del que habéis oido hablar y el cual será nuestro   guía   hasta   el   mismísimo:   “Atnas   Aniram”.

¿Alguna pregunta que hacer… Príncipe, Zoom, Raquet, Oso?. Bien -concluyó Hello-, si no hay preguntas, propongo que llenemos el estómago y vayamos a dormir. Mañana nos espera una dura jornada.

Hello world!

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