“¡ATRAPADOS!”
Ante nosotros se ofrecía una vasta estepa tapizada de blanco. La nieve crujía, con ese sonido característico, bajo nuestros pasos.
Una ligera brisa hizo bajar la temperatura por debajo de cero grados y habría de pasar mucho tiempo antes de volver a superar esa barrera termométrica. Fueron varios días los que estuvimos caminando y gritando a los tercos mulos, para que avanzaran. La caza abundaba y bien el puñal de Oso, o el rifle de Hello, aseguraban las despensas.
Caminar por la nieve acaba siendo similar a hacerlo en el desierto la monotonía empieza a aparecer y las piernas se endurecen hundiéndose a cada paso. Con frecuencia, una caída hacía que tomáramos el aspecto de una croqueta de harina.
A medida que fuimos avanzando, la nieve se fue endureciendo; el termómetro marcaba lo siete grados bajo cero, y los abrigos de oso hicieron su aparición. Prácticamente nada de nuestro cuerpo quedaba expuesto al aire si exceptúo la nariz, la cual colorada como un tomate solía verse adornada con un molesto témpano. Las barbas poco a poco se volvieron blancas, haciéndonos envejecer varios años.
La monotonía del viaje, siempre rumbo al norte, comenzaba a ser exasperante.
El cielo, se empezó a cubrir de grandes nubes blanquecinas, que anunciaban la presencia de una fuerte nevada.
-Esto se va a poner feo, dijo Príncipe. -Zoom, larga un cabo y atémonos-. Fox quedó solo en la cabeza del grupo. De su grueso collar salía un cabo que agarraba a Zoom por la cintura y de éste al primer mulo; los cuales eran atados por el rabo, formando así una heterogénea línea, encabezada por: un perro, seguida de un hombre, continuada por un mulo y … bueno, así he dicho los tres animales que la componían.
No tardó en caer la nieve. El cielo crujió y un fuerte viento de cara que apenas permitía abrir los ojos comenzó a soplar. No se el tiempo que continuamos así; recuerdo que comenzábamos a subir, pensé en la cercanía de las montañas y me disponía a tirar del cabo cuando algo me envolvió; haciéndome rodar como una ola varios metros.
Sentí como la cuerda estrangulaba mi cintura, al punto de asfixiarme. Cuando casi estaba sin conocimiento, la cuerda se rompió, me fue imposible ver nada. Logré incorporarme, grité, pero fue inútil, busqué un refugio, más de seis veces caí al suelo. No pudiendo continuar, opté por envolverme en mi abrigo de piel de oso y agazaparme como puede. El tiempo que permanecí así, solo Dios lo sabe.
Por fin cesó la tormenta, miré a mi alrededor, grité, pero solo el viento se dejaba oír. Cuando llegó la noche el frio se hizo intenso. Temí quedarme congelado y gritaba, cantaba, daba palmadas y carreras, cayéndome y volviéndome a levantar como si estuviera borracho.
La primera noche fue eterna, cuando amaneció el frio se hizo insoportable, calculo que la temperatura bajó a los veinte o veinticinco grados bajo cero. Los pies no los sentía, las manos me dolían enormemente intenté superarme andar, hacer algo. Fue inútil, llevaba casi dos días sin comer únicamente bebí nieve, que me ardía en la boca; no pudiendo aguantar más caí pesadamente en la nieve esperando el inevitable final.
En pocos segundos, desfiló por mi cabeza, como tratando de encontrar una justificación a mi cercana muerte, desfilo por mi cabeza; – digo- , toda mi vida. Mis amigos, a los que supuse muertos o en mis mismas condiciones. Nuestro viaje y vive Dios que maldije la hora en que le comenzamos. ¿Cómo habríamos estado tan locos para emprender semejarte aventura?
No sé el tiempo que tuve consciencia de estas reflexiones, ni recuerdo nada más. De pronto: oí unas voces familiares …
-¡¡Raquet!!- parece que despierta.
-¡Raquet!, ¡Raquet!, unas cariñosas palmadas me hicieron volver en sí.
- ¿Hello vivo?, ¿dónde estamos? ¿y los demás?
- Tranquilo, todos bien, descansa, repón fuerzas. No escuché nada más. Creo que volví a perder el conocimiento. Cuando de nuevo volví en sí, lo que me pareció un sueño, se hizo realidad. ¡Allí estaba Hello y Príncipe!
- Vamos, ya esta bien, hay que levantarse.
- ¿Dónde estamos?; esto parece …
- Calma, calma. Déjanos explicarte. Cuando más arreciaba la tormenta nos desorientamos, yendo a parar al pié de unas montañas, una de las cuales nos obsequió con una carga de nieve.
- Un alud, -puntualizó Príncipe-.
- Bien un alud, que nos arrastró rompiendo el cabo que nos unía por tu parte. Cuando pasó la tormenta te buscamos ansiosamente y cuando te dábamos por desparecido, ocurrió algo sorprendente. ¡Indios!
- ¿Indios? -dije pensando que Hello a causa de la tormenta había perdido la cabeza.
- -Sí, sí, ¡indios! … no me he vuelto loco, afirmó -sin duda leyendo mi pensamiento-.
- -Se trata de una remota tribu que vive en la montaña y ahora te encuentras, nos encontramos -mejor dicho- presos de los “Ruaoicor”.
- ¿Has dicho presos?
- Efectivamente, fuimos sorprendidos, medio aturdido, buscándote y cayeron sobre nosotros reduciéndonos y trayéndonos aquí. Mas tarde, sin duda, volvieron al lugar de la batalla parar buscar restos del equipaje que teníamos y, cual no sería nuestra sorpresa, cuando vemos que atado a uno de sus caballos, venías tú. Te arrojaron a esta tienda y en ella llevas cuatro días entre la vida y la muerte, con altísimas fiebres y delirando constantemente
- . -Escuchaba el relato de Hello sin poder dar crédito a lo que oía. ¡Cuatro días! y juraría que acababa de caer en la nieve.
- Pero, ¿dónde están Zoom y Oso?, -pregunté, advirtiendo su ausencia-.
- Están bien, no te preocupes. Están fuera preparándose para la carrera.
- Dices ¿la carrera?
Sí, la carrera. Pero ahora descansa, ya tendrás tiempo de enterarte de todo. Al día siguiente me encontraba repleto de energías y con ganas de moverme.
Cuando me desperté , vi con alegría que todos estábamos en la gran tienda que servía de prisión, incluso Fox, el cual no tardó en restregarme su gran lengua por mi adormilada cara; lengua que muy posiblemente hubiera ido acompañada de la inevitable palmada de Oso, de la cual puede escapar debido sin duda a que mi estado, no era lo suficientemente bueno, como para aguantar semejante combinación de tormentos.
Después de un efusivo abrazo con mis compañeros de infortunio, Oso dijo:
- Bien, otra vez juntos. Ahora ganaremos esa maldita carrera y el diablo se lleve a estos condenados Ruaoicor.
- ¿Pero me vais a explicar de una vez qué es eso de la carrera?
- La carrera, -dijo Príncipe-, es el único medio que tenemos de salir con vida de este sitio. Déjame que te cuente: cuando fuimos atrapados hicimos vender cara la piel; más de un Ruaoicor, cayó con la cabeza rota en la nieve. Peleamos duramente, cada vez que Zoom o el Oso, levantaban su puño, la cabeza de algún indio estallaba teniendo de rojo la nieve.
- Cómo lamento no haber estado con vosotros, – interrumpí-.
- Bien te echamos en falta. Pero el resultado, desgraciadamente hubiera sido el mismo. Nos superaban ampliamente en número y pronto fuimos reducidos.
El motivo de su ataque, no era otro que saquearnos y si ahora podemos contarlo, fue gracias a que su jefe el gran “Safaf ”, como ellos le llaman, quedó admirado de nuestra bravura.
- Lástima no haber podido demostrárselo en su cabeza, interrumpió Oso-.
- Nos concedió la gracia de la vida para poder competir en -¡la carrera!- Ésta es una especie de rito deportivo. No lejos de aquí existe un lago helado, que es donde se desarrolla la carrera. Participan varios equipos formados por dos hombres, -a bordo de unos singulares trineos, provistos de una vela-, que son impulsados por el viento; alcanzando grandes velocidades. La vela del trineo es sujetada firmemente por los tripulantes; los cuales van de pié encima de una tabla, en cuya base hay afilados cuchillos. Se trata de dar dos vueltas al helado lago; valiendo absolutamente todo. Pues bien, la única forma de salir de aquí es ganando la carrera. De los contrario nuestras cabezas irán a la colección particular del caprichoso “Safaf ”.
- Durante el tiempo que has permanecido entre la vida y la muerte, hemos construido dos trineos, e incluso, practicado en el lago y puedo asegurarte que es divertido si no fuera porque, lo que nos estamos jugando, ya no lo es tanto.
- Y ¿cuándo dices que será la carrera?, -pregunté-.
- Faltan seis días. Estábamos en estas cavilaciones, cuando de pronto un increíble indio lleno de amuletos sonajeros, plumas y un largo etc., entró en nuestra tienda y comenzó a decir algo indescifrable y que parecía no tener fin.
- Es “Ocap” lengua eterna, -dijo Príncipe- , de no haber sido por sus cuidados estarías muerto. Le miré atónito, pensé que era él quién necesitaba cuidados. en ese momento, cuando parecía haber terminado su incomprensible retahíla, se quedó inmóvil mirando al infinito. Me disponía a agradecerle sus atenciones para conmigo cuando de pronto: se puso bizco, sacó su blanca lengua y sopló ¡buiff! … Al punto creí que caería muerto. Nada más lejos de su intención. Como impulsado por un resorte empezó a agitarse, dando vueltas a mi alrededor haciendo sonar sus sonajeros y amuletos, a la vez que doblaba su cuerpo igual que un arco. Esta situación duró unos tres minutos hasta que emitiendo una especie de aullido entrecortado se paró. No me atreví a decir nada por miedo a que empezara de nuevo.
- Ótro loco, no hay más que locos. Estos Ruaoicor están de atar, -dijo Oso-, que por lo viso al igual que el resto de mis compañeros, ya conocían ampliamente el folklore del insólito Ocap; -que en el dialecto Ruaoicor, significa: lengua eterna-. Ocap, sacó de su zurrón un brebaje que a instancias de Hello y ante la incredulidad de Oso, bebí. Tenía un fuerte sabor amargo, pero no dejé ni una gota. Una vez tomada la popción, Ocap despareció, dando por terminada la visita.
- Desde luego, es un tipo raro.
- Es un tipo loco -insistió Oso-
- Bien loco o raro, el caso es que de no ser por él, Raquet estaría muerto. Estas palabras de Príncipe terminaron la discusión.
- ¿Cuántos indios tenemos ahí fuera?, -pregunté-.
- Aproximadamente quinientos, respondió Hello. Si te encuentras con fuerzas saldremos a verlos.
- Lo estoy deseando dije. Zoom retiró la gruesa piel de bisonte que servía de puerta, y todos le seguimos al exterior. La luz de un tímido sol, medio oculto por las nubes, me hizo cerrar los ojos. Poco a poco fui acostumbrándome a la claridad y ante mí apareció un espectáculo extraordinario. Más de cien “tipis” daban color sobre un fondo blanco al precioso valle en que estábamos. Las tiendas de los Ruaicor, lucían adornadas con pinturas, de animales escenas de caza, escudos, lanzas y un largo, etc., que completaba un conjunto de brillante colorido. La actividad del campamento era notoria, hombres, mujeres y niños caminaban con paso decidido y la alegría se notaba en el ambiente.
- Se están preparando para “la carrera”. Mira allí está el lago, -dijo Zoom-, señalando firmemente con su brazo extendido. ¡Increíble!, un auténtico cristal donde el sol se reflejaba, hiriéndonos limpiamente los ojos.
- No notas nada rato en el aire -me dijo Príncipe-.
- Pues a decir verdad desde que salimos tengo una extraña sensación de vértigo, pero pensé que se debía a mi debilidad
- Nada tiene que ver tú debilidad en esto Raquet. La explicación no es otra que la de encontrarnos a casi tres mil metros de altura.
- !Tres mil metros¡, -repetí-.
- Efectivamente, estos indios viven perfectamente aclimatados, sin que para la más débil mujer signifique
- ningún esfuerzo realizar sus múltiples tareas.
Debo decir que: la belleza de las indias Ruaicor, era extraordinaria y me resultó curioso advertir la gran juventud de los miembros de la tribu; sin duda las duras condiciones de vida ejercían, implacablemente, una selección natural. Su jefe “el gran Safaf ”, que significa “vista clara”, era el que aparentaba más edad. Su morena cara llena de arrugas producidas por el aire y las muchas quemaduras del sol le daban un aspecto de un viejo de ochenta años pero en realidad no pasaría de los sesenta. Su tipi destacaba entre todos situado en una pequeña elevación de terreno, dominaba toda la tribu Ante su adornada muestra, dos briosos guerreros cuidaban de que no fuera perturbado su descanso.
- El gran jefe, es un viejo indio, al que le gusta comprobar la fuerza y habilidad de sus guerreros, por ese motivo y coincidiendo con la gran luna organiza todos los años una singular carrera; la cual comienza de día, transcurre casi en su totalidad de noche y termina de día, -dijo Hello-. Como queriendo responder a mi mirada, fija en la tienda de la persona a la que le debíamos la vida, y ahora nos daba la oportunidad de conservarla.
- ¿Has dicho que empieza de día, transcurre de noche y acaba nuevamente de día?
- ¿Pero si tan solo se trata de dar dos vueltas a ese lago, que no tendrá mas de cinco millas de perímetro?
- Comprendo tu sorpresa, -dijo Príncipe- . Por lo que he podido averiguar, dentro de seis días, tendrá lugar un curioso fenómeno, ¡un eclipse!
- ¿Eclipse dices?
- Sí, un eclipse de sol.
- Por lo visto todos los años en esta época se produce. La luna en su continuo girar, alrededor de la tierra, se interpondrá en el sol y nosotros, produciéndose una “artificial” noche, que calculo durará alrededor de quince minutos; durante los cuales se desarrolla la carrera. El eclipse no será total, por lo que siempre tendremos un mínimo de luz. Se trata sin duda de un asombroso espectáculo que nos depara el universo. Y dando una profunda chupada a su pipa, Príncipe se quedó extasiado mirando el cielo.
- Sabes lo que te digo: que tus malditos fenómenos naturales, van a terminar acabando con todos nosotros, – dijo Oso-, volviéndonos de golpe a la incierta realidad. Por cierto , mira, ahí tienes unos de nuestros principales rivales , se disponen a bajar al lago. Sigámosles. Se trataba de un forzudo guerrero, que bien podría medirse con Zoom, llamado “Olef ” y su compañero ¨Nottob”, verdaderos especialistas con el trineo de vela; como a continuación pudimos comprobar. Olef debía pesar unos ciento treinta kilos. Sobre sus anchas espaldas colgaban dos coletas rubias, adornadas con distintos amuletos y plumas, que indicaban sus méritos en el combate.
- Un ancho brazalete de hierro en su antebrazo derecho y una especie de taparrabos completaban su decoración; la cual si tenemos en cuenta que nos encontrábamos por debajo de los cero grados da una idea de la resistencia del forzudo Olef.
- En contra de lo que pudiera pensarse, su carácter era alegre.
- Recuerdo que durante todo el tiempo que duro aquella forzada estancia con los Ruaicor, siempre le vi riéndose. En este aspecto, tenía algo en común con nuestro querido Oso, y es que su risa, iba acompañada de una inclinación del cuerpo y unas fuertes palmadas, que afortunadamente se daba en sus poderosas piernas, -la verdad es que pensé que lo hacía para combatir el frio, en cualquier caso lo hacía-. Su compañero de equipo era b i e n d i s t i n t o , a l t o , i n q u i e t o s i e m p r e d a n d o incomprensibles explicaciones, que me recordaban a mi benefactor Ocap sólo que en el caso de Nottob, la dificultad de comprensión se debía, no a la lentitud, si no a la velocidad con la que hablaba. La curtida y morena cara de Nottob se completaba con un incipiente bigotito que nerviosamente retorcía como tratando de hacerle crecer.
Confieso que me quedé asombrado al verles evolucionar con su trineo de vela: el peso y la fuerza de Olef, eran inteligentemente utilizados por Nottob; alcanzando unas increíbles ceñidas, llegando a poner su trineo con dos o tres patines en el aire, aguantando el cuarto, en un alarde de equilibrio, el peso de toda la singular nave. Sus afilados cuchillos cortaban limpiamente el hielo, levantando a su paso una nube de cristales, que caían al lago con un alegre tintineo. Vamos a demostrar a esos salvajes lo que llevar un trineo, -dijo impetuosamente Oso-, animado por los fuertes ladridos de Fox. Varios indios se habían reunido al borde del lago para ver las evoluciones de sus favoritos. Cuando bajamos al lago con nuestros trineos, un aire de expectación, flotó en el ambiente.
- Zoom y yo, cogimos un trineo. El otro lo ocuparon Hello y Oso; mientras Príncipe se quedaba expectante con Fox. Antes de subirnos al trineo, Zoom me dio unas espartanas explicaciones sobre su manejo. Más menos dijo:
- Raquet, esto es fácil. Agarrarse fuertemente a la botavara y no caerse de la tabla; el viento hará el resto. Una vez tranquilizado ante tal lujo de indicaciones nos subimos, y cogiéndonos fuertemente, empezamos a deslizarnos. Suavemente, casi sin apreciarlo, fuimos tomando velocidad el viento era bastante fuerte y no tardó en darme la impresión de que íbamos a salir volando. La velocidad fue rápidamente aumentando, Zoom inclinó su corpachón hacia atrás y yo le imité. Prácticamente íbamos tapados por la vela. las colas de zorro de nuestros gorros rozaban el hielo y un agudo silbido indicaba la velocidad que íbamos tomando. El espectáculo era fantástico. Pronto el trineo de Hello y Oso se puso a nuestro lado. El frio aire que barría el lago , era cortado por los trineos que casi pegados se deslizaban a gran velocidad. Que increíble sensación ver ls montañas con la cabeza abajo y materialmente colgados de la vela. No puede aguantar un grito de explosiva satisfacción, grito, que como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, fue coreado por el resto de mis compañeros. Un golpe seco cortó radicalmente aquella carrera. El palo había llegado al límite de su resistencia y sin darnos cuenta, Zoom y yo, salimos despedidos de la tabla, seguidos peligrosamente por los afilados cuchillos de esta. El golpe fue tremendo.
Rodamos, botamos y fuimos deslizándonos cientos de metros antes de parar en aquella superficie helada. Cuando abrí mis amoratados ojos, una terrorífica visión me hizo reaccionar con la rapidez del rayo. El trineo de nuestros futuros rivales, Oleff y Nottob, lo teníamos, lanzado a una prodigiosa velocidad, prácticamente encima de nosotros. Salté tratando de apartar al inconsciente Zoom de su trayectoria, pero de poco hubiera servido mi intención, si los dos salvajes no hubiesen virado en última instancia, limitándose a rozarnos peligrosamente. Miles de cristales d e h i e l o c a y e r o n s o b r e n o s o t r o s , c e g á n d o n o s completamente; solo los gritos de júbilo de aquellos salvajes me sacaron del aturdimiento que nos aislaba. Y otro brusco frenazo me volvió a la realidad.
- ¿Estáis bien?, -me dijo Hello-.
- Yo estoy entero, Mirad a Zoom, ha recibido un fuerte golpe en la cabeza.
- Entonces seguro que está bien, -dijo Oso bromeando-, es la parte mas dura de su cuerpo, se abriría el lago antes que su cabezota. Y como queriendo confirma sus palabras Zoom volvió en sí.
- ¿Qué ha pasado?
- Todo está bien, se rompió el palo y caimos.
- ¿El palo …?, ¿caimos …?, ¿todo bien …?, -repetía Zoom tratando de encontrar el significado a mis palabras, en su estado semiinconsciente—
- No debimos caer, no es bueno. Y sin más comentarios aunado por Hello y Oso logró incorporar su corpachón. Nos acercamos a nuestro malogrado trineo. Bien, habrá que poner un palo más resistente, -dije-.
Hello semiarrodillado interrumpió mis palabras.
- No se trata de la resistencia del palo, Raquet, por mucho que ésta sea, cederá si se le corta con un cuchillo …
- ¿Cortado?, -respondimos al unísono-. Efectivamente habían saboteado el trineo; ahora comprendo el intento de pasarnos por encima de esos salvajes.
- Pero ¿por qué no lo habrán hecho?, estábamos a su merced.
- Sin duda, se habría notado mucho -Raquet-, date cuenta que ahora toda la tribu estaba observando sin embargo un accidente como el del palo, es menos comprometedor.
- Miserables hijos de una mula y una serpiente salvajes. Os romperé la cabeza, -gritó Oso con fuerza-, y afortunadamente para los indios, ya se encontraban fuera de nuestro alcance.
- Reserva tus energías Oso, -le dije-. Ahora ya sabemos la clase de rivales que tenemos y con ellos nos vamos a enfrentar. En lo sucesivo, tendremos más cuidado. Subidos los cuatro en el trineo de Hello y Oso, y llevando a remolque los restos del nuestro, llegamos lentamente a la orilla del lago, donde Príncipe y Fox dieron muestras de su alegría viendo que la cosa no había pasado del susto.
- Creí que no lo contabais. El golpe ha sido tremendo.
- Mala hierba nunca muere, -dijo riendo Oso-. Cuando maltrechos volvíamos a la tienda notamos una cierta agitación; el gran jefe Safaf y un nutrido grupo de guerreros armados abandonó, con gran griterío y al galope el campamento.
- ¿¡Eh!, por qué no aprovechamos para escaparnos?, -dijo Oso-. Aquí nadie nos vigila. ¡Ahora es una buena ocasión!
- Al menos cien de los mejores guerreros están abandonando el campamento.
- Sería inútil, -dijo Príncipe-, no duraríamos ni tres días; sin comida, ni caballos, ni ropa apropiada y además ¿a dónde iríamos …? Les costaría poco encontrarnos estamos en su territorio y lo conocen palmo a palmo.
- Cierto, -dijo Hello-, la única forma de salir de aquí, es ganando la carrera.
- La noche cayó en el campamento, el cielo salpicado por millones de estrellas se mostraba limpio y de un fuerte azul; color acentuado, gracias a la gran altura en la que estaba situado el campamento. Mis fuerzas, a pesar del batacazo, se habían recuperado y la dificultad que encontré a la hora de respirar aquél aire puro, había desaparecido. Nos estábamos aclimatando con gran facilidad La buena comida, servida por encantadoras indias, era sin duda, tan reconfortante como aquellas. Sentados a la entrada de la tienda y perfectamente arropados por pieles de oso, comimos y fumamos, comentando la situación en la que nos encontrábamos. Oso comenzó a tararear una canción bien conocida por nosotros, y por todos la clientela de la taberna del Feo.
“-Jo-jo-jo, soy un viejo cazador-“ “-Jo-Jo-jo, muchas pieles cazaré y por ron las cambiaré-“ “-Y por ron las cambiaré”-, repetimos todos.
No creo que fuera por la belleza de la canción, incomprensible, por otra parte para aquellos salvajes, pero lo cierto es, que pronto fuimos cercados por curiosas cabezas, llenas de plumas y colgantes y reconozco, que me sentí contento de verme rodeado por aquellos indios y en particular por ciertas indias de largas trenzas y negros ojos, que sonreían mostrando alegremente su blancos y perfectos dientes.
Entre los admiradores descubrí al brujo Ocap, que tan bien había cuidado de mí , y como pude le invité a sentarse y compartir la cena. De su sorprendente bolsa, sacó una preciosa flauta labrada a mano y decorada con pinturas y se puso a tocarla, con singular destreza. El comportamiento de éste animó a los demás indios, que pronto con tambores palos, sonajeros y todo aquello que pudiese hacer ruido, se unieron a la improvisada fiesta. El tono de la canción iba subiendo y las agudas voces de las preciosidades que nos acompañaban, mezcladas con los vozarrones roncos y fuertes de todos nosotros , se alzaban el limpia noche de las montañas.
Debo confesar, que tanto m i s c o m p a ñ e r o s c o m o y o , h a b í a m o s o l v i d a d o completamente que estábamos prisioneros, más bien parecía que celebrábamos una buena caza en la taberna del Feo. Cuando más animada estaba nuestra fiesta algo vino a interrumpirla definitivamente. Los indios, que por cierto iban entonando perfectamente el estribillo a excepción de Ocap, que lo alargaba hasta el punto de no darle tiempo a entonar la letra; los indios, -digo-, se pusieron en pié y a la carrera se dirigieron a la entrada del poblado.
Un numeroso grupo de jinetes dando muestras de alegría y triunfo, entraban en el campamento. Nos acercamos con curiosidad. Safaf iba a la cabeza. Vistosas pinturas de guerra decoraban el rostro de todos ellos.
Cual no sería nuestra sorpresa al comprobar el motivo de su alegría. Atados en sendos caballos, como si fueran sacos, venían: Cerdo, Selol, Ocín, Life y Sordo.