C A P I T U L O II

“EL OJO ANIRAM”

A altas  horas  de  la  madrugada  decidimos  volver  a nuestras cabañas, no sin antes quedar en vernos en la cabaña de Hello a a mañana siguiente. El día amaneció oscuro, pronto estuvimos reunidos. Yo fui el último en llegar. Al atravesar el porche de la cabaña sentí el delicioso aroma a café caliente que Zoom enamorado de la cocina había preparado. Lucía me abrió la puerta, estaba deslumbrante, a pesar de que las huellas del largo viaje se hacían notar en sus sonrosadas mejillas.

Adelante Sr. Raquet, lo esperábamos.

Algún día llegarás tarde a tu entierro Raquet … me dijo Oso, chistoso como siempre. El Sr. Nílotnip estaba impaciente por empezar, pero haciendo honor a su buena educación, se contuvo, hasta que apuré mi pote de café .

Bien señores, lo que les voy a contar ahora no es producto de mi imaginación, ni se trata de una historia de las que cuentan viejos piratas alrededor de la chimenea, en las filas noches de invierno.

Hace muchos cientos de años, una civilización vivió en un idílico lugar, el valle “ATNAS ANIRAM”, lugar privilegiado donde un tiempo extraordinario permitía recoger cuatro cosechas al año. Sus campos se veían regados por la inagotable cola de caballo, formada en la caída del “Sabuc”, inmenso rio de origen desconocido, que proveía de agua y pesca a todos los habitantes del valle. Estos tenían su rey, el gran “Onaec”, que con justicia y habilidad gobernaba a sus súbditos. Su religión sólo conocía un Dios: “ANIRAM”, el cual era venerado con devoción  por  todos .  Su  templo se  alzaba  en  la pequeña isla formada al bifurcarse el Sabuc, isla con aspecto de ojo, que encerraba el mayor tesoro jamás soñado: el “Ojo Aniram”. Extraordinario diamante embrujo de más de veinte kilos de peso, que según la leyenda constituía el único ojo de la gran Orca alada, montura del Dios Aniram; el cual viajando errante por el espacio descubrió ese fabuloso vergel, y no conociendo nada que se le pudiera comprar, enterró allí todos sus riquezas espaciales. Después de lo cual, arrancó el ojo de su Orca alada, para que nada ni nadie pudiera desvelar tan increíble lugar. Antes de desaparecer para siempre, Aniram enseñó a los escasos habitantes del valle la custodia de su tesoro. Cuenta la leyenda que mediante una extraordinaria fuerza de luz verde, hundió el extenso valle, quedando aislado por altísimas y verticales paredes de piedra, por una de las cuales el Sabuc cae con gran estrépito proporcionando la vida del lugar.

Todo habría seguido igual de no ser por el ansia por conocer lo que se escondía encima de ella, ansia más fuerte que la voluntad del buen Onaec, el cual acabó por decidir subir a los orígenes del Sabuc.

Según dice la leyenda, el castigo de Aniram fue terrible; grandes movimientos de tierra, fuertes vientos y heladoras nevadas acabaron con la vida del valle solamente, Onaec, pudo escribir su huída ante de perecer de frio y hambre. Estos manuscritos ignorados por todos, fueron a parar a un viejo ermitaño , que a su vez, fue muerto por incultos ladrones, quien no hallando “nada de valor” -ironía de la vida-, decidieron vender los preciosos papeles a un arpío y astuto judío.

Estos papeles pasaron por muchas manos y por casualidad a las de mi difunto hermano, al cual le fueron entregados por un viejo moribundo que recogió y mantuvo en su casa has que le llegó la hora, y en pago de su hospitalidad, el viejo, al que todos tenían por loco, explicó toda la historia a mi hermano y como prueba de que lo que contaba no era producto de sus locuras,  le  enseñó  sus dedos amputados por la congelación que fueron sometidos al regreso de “Atnas Aniram”.

Dice usted al regreso, preguntó Príncipe, rompiendo el logro monólogo de Nílotnip. Efectivamente señor Príncipe y para corroborar mis palabras, aquí está este medallón que lo confirma. Diciendo esto sacó de su bolsa un preciosos medallón de oro puro, donde se podía leer entre sus porosas letras: Onaec Rey de Atnas Aniram.

¡¡¡Guau!!!, dijo Oso, es increíble . Todos estamos expectantes contemplando el medallón que el pequeño Nílotnip exhibía triunfante. De pronto un ruido procedente del exterior hizo volver a Zoom la cabeza.

Hello abrió la puerta pero no encontró nada que pudiera indicarle la procedencia del ruido. Se disponía a cerrar cuando algo golpeó con rudeza la puerta. Me dirigí hacia ella, abrí y un par de pesadas patas me arrojaron al suelo; al mismo tiempo que la poderosa lenguaje viejo Fox completaba el escaso aseo de mi cara, que con las prisas de la mañana, había dejado incompleta.

-¡Hey!, si es el viejo Fox, dijo Oso. A bandido, hijo de cuatro lobas, ¿nos estabas espiando? ¡Ha, ha, ha!; Oso se abalanzó sobre él y empezaron a rodar por el suelo de la cabaña tirando todo lo que se ponía por delante. Zoom azuzaba a Fox, sin duda hubiera querido ayudarle, pero bastante trabajo tenía Oso sin más extras. Príncipe se ocupó de poner a Lucía a salvo; el pequeño Nílotnip se colgó de un salto de las patas de ciervo que adornaban la cabaña, recordando buenos tiempos de caza. Hello no pudo por menos que reírse.

No lo haría tanto si pudiera escuchar lo que ocurría fuera de la cabaña; aquello que motivó el primer ruido.

¡Miserable!  Has  estado  a  punto  de  estropearlo  todo, ¡maldito Sordo! Con razón te llaman así ¿Quién te manda meter las narices …?

Vamos a dejarlo, Selol, busquemos lugares más tranquilos en los que poder hablar. Horas más tarde, una siniestra reunión tenía lugar en la no menos siniestra taberna del Feo, el cual aún conservaba en su dura cabeza las huellas de la última visita de Cerdo y sus compinches.

¡ Eh, viejo tuerto!, ron para mis amigos, deprisa. No hizo falta repetírselo pronto Cerdo, Selol y Sordo en compañía de dos nuevos personajes cuya fama de piratas sanguinarios, ahorraba toda  presentación,  eran:  Laif, viejo trampero, descendiente de los vikingos; que según cuentan se crió entre lobos cuando sus padres le abandonaron a su suerte en las frías estepas del norte. Desde entonces, siempre se le veía acompañado por dos auténticos lobos, sus perros, que le obedecían sumisamente y eran capaces  de  matarse  entre  ellos  a una sola indicación. Laif, cuyas largas coletas rubias recordaban su procedencia vikinga, solo tenía, aparte de sus perros un amigo, compañero inseparable astuto y tan peligroso como sus perros. Se llamaba: “Ocin”. Hombre pequeño, desdentado pero capaz de aguantar las mayores adversidades. Ocin cuenta, que en una ocasión mató un mulo de una sola patada. Personajes de esta calaña raramente  permanecen  mucho  tiempo  juntos pero lo cierto es que eran uña y carne. Al desorden de los dientes -producto sin duda de más de alguna discusión-. Ocin , unía una mirada recelosa que solía terminar con su intrigante risita. Esto siempre le gustó a Laif quién generalmente ordenaba a sus perros que se encargaran de la pobre víctima, blanco de la mirada de Ocin, y por ende de los lobos de Laif.

Me alegro de volver a ver vuestras sucias caras, dijo Cerdo.

Es casualidad que hayamos aparecido en momento oportuno.

La caza de las focas no dura siempre, ¿verdad Ocin?

Cierto Laif, rió Ocin.

-Bien amigos os voy a poner al corriente de algo más lucrativo e interesante que esos estúpidos animales. Selol contó en pocas palabras la historia que ya conocemos, a la inseparable pareja. Laif, no dejaba de acariciarse su rubia coleta sin que le impresionara mucho el relato de Selol a fin de cuentas, solo si Ocin estaba de acuerdo se unirían a ellos. Una vez terminó Selol, Laif miró a Ocín, quien asintió con la cabeza.

-Bien esto hay que celebrarlo.

-Más  ron  rata  de  taberna,  -vociferó  Cerdo-.  Una  vez servidos, continuó Selol …

Bien la cosa es sencilla sabemos a dónde van y por qué van. Lo que no sabemos es cómo se llega al codiciado “Atnas Aniram”, si es que éste existe. Mi plan es el siguiente: desde hoy y hasta que se decidan nuestros “amigos” a emprender la marcha serán vigilados solo tendremos que estar preparados para seguirlos, esperar a que encuentren su tesoro y quitárselo nada más fácil.

-Bien, pues ya que solo nos queda esperar, hagamos la espera más corta.

Feo, más ron para mis amigos. La atiborrada taberna y las dificultades para andar que tenía el Feo hicieron que tropezara yendo a derramar el precioso ron encima de Ocin.

-¡Ha,ha,ha! rieron al unísono todos los presentes.

Una sola mirada del airado Ocin, bastó para que Laif enviara sus lobos encima del desgraciado Feo, y poco hubiera durado éste de nos ser por engancharle por su pata de palo la cual quedó reducida a astillas en un santiamén. Cuando abandonaron la taberna el pequeño Ocín fue el único en dejar oír su enigmática risa. Mientras tanto, en la cabaña volvía a reinar la paz. el divertido combate entre Oso y Fox, terminó con resultado nulo. El Sr. Nílotnip, repuesto del susto descendió de su improvisado refugio y pronto nos expuso su plan para llegar la valle. La marcha iba a ser larga y difícil los planos eran bastante claros pero no dejaban de ser trozos de papel, datos que no indican la presencia de los infinitos peligros que esconden las montañas, ríos, etc. Sin mencionar siquiera la presencia de Cero y sus compinches.

Una vez vistos planos y mapas decidieron prepararse para la marcha. Esta tendría que retasarse unos meses pues el invierno empezaba por aquellas latitudes y aventurarse en la montañas  constituía  una  temeridad

Los  tres  largos meses que duraron nuestra espera no fueron desaprovechados. Reunir el equipo necesario para una expedición de la categoría que  nos  ocupa,  no  puede hacerse a la ligera. El Sr. Nílotnip, puso el dinero necesario para la marcha. Al principio trató de escatimar lo posible pero tuvo que convencerse de la necesidad de un material de primera calidad. Poco a poco, mantas, provisiones, brújulas, catalejos, botas especiales, etc., etc., fueron amontonándose en las cabañas. La mayor dificultad la tuvimos con el alimento, pues suponía peso y espacio sin tener en cuenta la posibilidad de que se perdiese.

Decidimos salar varios kilos de foca y renos así como pescado, para asegurarnos momentáneamente la comida, cuando ésta faltase, no nos quedaría más remedio que cazarla o pescarla. El agua afortunadamente no iba a resultar problema pues la mayor parte del viaje transcurría por ella, cuando no por extensos estepas y montañas nevadas, capaces de aprovisionar del preciado líquido a todo un rebaño de búfalos. Por fin llegó el momento, todo estaba a punto.

-Mañana partiremos ¡amigos! Recuerdo estas palabras de Hello. Al día siguiente nos despedimos de Lucía y el señor Nilotnip, quienes regresaron a sus condados de Omos y Oderol, donde aguardarán ansiosamente nuestras buenas noticias.

Raquet, canta algo para animar la marcha, dijo Oso.

¡Qué pasa te has vuelto a dormir? Estas bromas, me sacaron de mis pensamientos, llevábamos tres horas de marcha y apenas lo había notado.

¡Alto!, la voz de Hello fue bien acogida por Príncipe, quien se apresuró a encender la pipa.

Pareces deseoso de terminar este viaje Príncipe -todos nosotros nos habíamos fijado como se miraban Lucía y él y las pesadas bromas no tardaron en aparecer-.

Bien, dijo Hello: el tiempo es bueno caminaremos mientas tengamos luz. Nos queda un largo trecho hasta el lago de Aleuzalp.

Hello world!

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